En los últimos años asistimos a muestras bien visibles del resultado de la colonización cultural como pieza clave del proceso de globalización que padece Europa desde 1945. Nuestros hijos celebran Halloween al más puro estilo yankee, tal como ellos y sus padres han mamado desde pequeños a través del mejor instrumento globalizador que es sin duda la televisión, un medio que ha arrinconado a los libros, las leyendas orales familiares, la tradición y la verdadera cultura de nuestro pueblo en perjuicio del arraigo y de las manifestaciones culturales de nuestra identidad. Por ello creemos que no está de más recordar que lo que hoy llaman Haloween tiene unas raíces europeas muy profundas, y que celebrarlo sin tener conciencia de las mismas equivale a imitar una fiesta consumista ajena a nuestras raíces. Nuestros antepasados celtas ya celebraban en la antiguedad el Shamhaim o Noche de difuntos, una festividad que cerraba el equinocio de otoño y el año del calendario celta tras las fiestas de la cosecha, durante el mes de la muerte, el neblung germánico, en la estación de las hojas caídas. Enmarcado en una cosmovisión solar del ciclo eterno de muerte y resurrección, se consideraba que durante estas fechas se estrechaba el hilo entre el mundo de los vivos y el de los muertos y al mismo tiempo tal festividad se centraba en el recuerdo a los antepasados que ya no estaban, en memoria de los cuales se realizaban ofrendas y se encendían cirios en los umbrales y ventanas del hogar colocadas en el interior de nabos tallados y calabazas con el fin de mostrarles mediante la luz el camino. Estas tradiciones fueron celebradas por los pueblos europeos, especialmente los de origen celta y germano, aunque también por Roma, y se mantuvieron en muchos rincones de nuestro territorio. Es de destacar Galicia con sus ritos de la Queimada, o la Magosta, con la presencia de "as cabazas" o "verrugonas" , también celebrada en tierras asturianas, portuguesas, leonesas o en Extremadura tanto con ese mismo nombre como con el de chaquetía o calbotada, en forma de celebraciones comunitarias campestres en las que se consumen frutos locales de temporada como las castañas manteniendo como protagonista de la celebración el fuego. Su equivalente catalán es la popular castanyada, que pervive en Occitania como Castanhada. Estas tradiciones prerromanas hispánicas fueron extendiéndose del norte al sur peninsular durante la reconquista quedando en Castilla con los mismos elementos de las calabazas iluminadas en los hogares, la estantigua-equivalente castellano de la Santa Compaña-, los puches, las hogueras y el jolgorio nocturno.
A partir del siglo VIII fue asimilada por el cristianismo perdiendo gran parte de sus significado, hasta llegar a los tiempos actuales donde pervive una lejana tradición de recuerdo por los que ya no están.
Pero en cualquier caso, Samhain, Magosta, Chaquetía, Maguestu, Todos los santos o Castanyeda son hoy pervivencias de una antigua cosmovisión de nuestra identidad europea.
Sirva esta celebración como recuerdo a los camaradas que ya partieron y al mismo tiempo como conmemoración de la diversidad de celebraciones de una misma tradición y un mismo sentir europeo como expresión de una cosmovisión eterna.