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miércoles, 1 de junio de 2011

LOS VERDADEROS INDIGNADOS. Por Eduardo Arroyo

 
 
Mucho se habla de los indignados pero ¿son ellos los verdaderos "indignados" o tan solo están usurpando el papel de otros?
Según el diario ABC, dichos puntos son: "1) Reforma electoral encaminada a una democracia más representativa y de proporcionalidad real y con el objetivo adicional de desarrollar mecanismos efectivos de participación ciudadana; 2) Lucha contra la corrupción mediante normas orientadas a una total transparencia política; 3) Separación efectiva de los poderes públicos, y 4) Creación de mecanismos de control ciudadano para la exigencia efectiva de responsabilidad política". Vaya aportación. Como era de esperar, el caos asambleario ha producido el esperpento de la obviedad. Podían haber propuesto, por ejemplo, "mecanismos efectivos para la preservación de la Paz en el mundo" o la "lucha contra la pobreza". El pasar de los días y la pérdida del interés real por parte del cártel mediático más importante –que es quién realmente les ha estado apoyando-, hace que el fenómeno de los indignados subsista solo gracias a las contusiones propinadas por los Mossos d´Esquadra en Barcelona. En Madrid, el asentamiento indignado pone las cosas cada vez más difíciles a los comerciantes y no será nada raro que se importe a Madrid el "modelo catalán" de la porra y el furgón policial.

Mientras tanto en nuestro país sopla un viento aparentemente nuevo. Las elecciones municipales han propiciado al partido del gobierno un rapapolvo contundente. Todo es nerviosismo en las filas del PSOE pero ¿en el nombre de qué? O, dicho de otro modo, ¿qué está llamado a sustituir al zapaterismo? Afortunadamente, con solo indignación poco puede hacerse y con quienes llevan quince días para parir cuatro ideas minusválidas no es de esperar que pueda hacerse nada de interés. Frente a las crisis inducida por el PSOE, como catalizador y acelerador de la descomposición nacional, existe algo que no deja de preocuparme: la hipoteca de ciertas ideas defendibles e incluso necesarias en el altar de otras ideas que están en la raíz misma de la crisis que padecemos. A este respecto, Federico Jiménez Losantos nos decía hace un par de días en su columna de El Mundo que Rajoy y su PP deben explotar una idea de gran potencial: "La idea de España". Me pregunto cuál es la "idea" de España que ellos tienen y de la que habla Federico. ¿Se trata de un espacio burocrático de "derechos" y "libertades" sin más? ¿Quizás de un enjambre multiétnico en el que "conviven" más de cien nacionalidades distintas? Esos "derechos" y "libertades" ¿son ajenos al progresivo deterioro de la espiritualidad y de la conciencia de las raíces de España, algo que, sin ir más lejos, a mi me preocupa bastante? ¿Son esos "derechos" ajenos a la sustitución de la política por la eficacia económica y, más concretamente, por la eficacia económica de ciertos modelos?

Debo reconocer que se me abren muchos interrogantes, unos interrogantes que se tornan en temores cuando compruebo el ambiente intelectual que se respira entre los enemigos del zapaterismo. Sin ir más lejos, el pasado día 26 de mayo Ignacio Sánchez Cámara escribía una brillante "Tercera" de ABC titulada Un proyecto de ingeniería social, acerca del proyecto socialista de cambiar las conciencias y de modelar la sociedad a la medida de los dogmas de la izquierda. Nos dice: "Este proyecto de ingeniería social… persigue la modelación de la sociedad y sus costumbres a los dictados del poder político". Nada que objetar a algo que el catedrático de filosofía del derecho dice de manera muy brillante. Sin embargo, el artículo de Sánchez Cámara descansa en un sofisma de alcance: que el proyecto de ingeniería social que tan certeramente denuncia se hace para combatir "la libertad". Nos dice que el poder político que busca tamaña fechoría es "un poder que, por cierto, nunca ha obtenido la mayoría absoluta, que sí lograron González y Aznar" y por eso "la naturaleza del proyecto consiste en la transformación moral radical de la sociedad". Me pregunto si cambiaría la esencia destructora y deletérea de la ingeniería social del PSOE si éste hubiera conseguido la mayoría absoluta. Por otro lado, continúa diciendo el autor, "su objetivo es el combate contra el cristianismo y el liberalismo (y no cabe olvidar a este último). Todo proyecto de ingeniería social es enemigo de la libertad. Este lo es también del cristianismo, y, más concretamente del catolicismo. Se trata de derruir los fundamentos católicos de la sociedad española, por más que se invoque solo la aconfesionalidad del Estado y la libertad religiosa".

Acabáramos: para Sánchez Cámara, cristianismo y liberalismo van indisolublemente unidos. Se identifica "liberalismo" con "la libertad" y a mi no me queda claro qué es lo que se entiende por uno y por otro. ¿Acaso quienes queremos revertir la decadencia en la que estamos no buscamos también una "transformación moral radical de la sociedad"? ¿No es ese "espacio de derechos", individual e irrenunciable y que el liberalismo considera sagrado, el que ha servido de refugio a todas las perversiones, taras y malicias capaces de hacer crujir los fundamentos de la sociedad? ¿No invocan precisamente la "libertad" quienes quieren abortar a cualquier edad, quienes quieren investigar con embriones o quienes buscan "modelos de familia" alternativos? Todos y cada uno de ellos podrían refugiarse en su sagrado de "derecho a decidir" para solicitar cambios legales que normalizaran esas y otras mil perversiones. Y es que la lucha, antes que por "la libertad" es una lucha por la Verdad, por los contenidos con los que pretende llenarse el orden social. Pero la cosa no acaba ahí: el semanario Alba nos ilustra con una entrevista a Carlos Rodríguez Braun, economista, tertuliano y enemigo del Estado a quién imputa todos los males. Braun critica a Solzhenitsyn y al cardenal Van Thuan, encarcelado por los comunistas chinos, dado que les acusa de "equidistancia" entre capitalismo y comunismo, por lo que es evidente que no tiene ni idea de lo que ambos autores imputan a sendas ideologías. Preguntado por la encíclica Centesimus annus, para el célebre comentarista argentino, "la Iglesia siempre ha reconocido la libertad individual y la propiedad privada, más explícitamente en esta que en otras encíclicas. Es, por tanto, un documento en el que podemos mirarnos los liberales". No obstante, "contiene un elemento de tensión: otorga al Estado la capacidad y el mérito de organizar la sociedad. Y eso contradice el reconocimiento de la libertad y sus instituciones".

Para Braun, que la Iglesia conceda al Estado un papel en la organización social es negativo y sin embrago es buena por reconocer la propiedad privada sin más, dejando traslucir el reduccionismo económico de los liberales y la irracionalidad absoluta de considerar que cualquier norma social es poco menos que un plan quinquenal soviético. Tal vez un comentarista más avispado y menos dulcemente fanático, alguien capaz de percatarse de que, por ejemplo, el régimen que encarcela a Van Thuan hace pingües negocios con las multinacionales occidentales –y en los EEUU, sin ir más lejos, ha destruido seis millones de empleos en los últimos diez años- en nombre e la "libertad de mercado". Claro que todo esto no es de extrañar dado que la emisora COPE, de la Conferencia Episcopal española, durante casi una década, y aún hoy, ha confiado la difusión de sus noticias a los más claros exponentes de ese turbo-liberalismo fundamentalista que evita siempre exponer que los mismos males que se imputan al Estado pueden también encontrarse en el mercado y que por eso, la tan cacareada "doctrina social de la Iglesia", es para muchos liberales, un foco de "intervencionismo" detestable.

Así las cosas, la hipoteca de las ideas cristianas en el altar de liberalismo, una idea que nace subvirtiendo el antiguo régimen para instaurar, por ejemplo, el neo-esclavismo del que viven las grandes empresas occidentales en el Sudeste asiático, está destinada a conducir las respuestas de reversión de la crisis a una vía muerta. Abortada la resistencia en lo intelectual, todo queda reducido a la medida que el sistema necesita para subsistir y, de éste modo, nos encontramos con críticos que se mueven en los mismos parámetros que los críticos de los sistemas de detrás del Telón de Acero: cambios mínimos para que todo siga igual. No es necesario que exista una policía secreta para disidentes porque bastará con que lo fundamental quede incólume. De ahí que me de la risa floja cuando escucho hablar de "indignados" que acaban profiriendo lugares comunes de la izquierda, obviedades plagadas de vaguedad, o recetas típicas del capitalismo manchesteriano bajo el disfraz de "la libertad".

Tengan todos los "indignados" que pululan por la España de hoy la seguridad de que ningún indignado auténtico recibiría la benevolencia mediática y la amable crítica por parte del poder establecido que han recibido ellos. Que sepan que cuando se "pincha hueso" de verdad no solo se disparan las alarmas sino que, como en la Cuba castrista, puede ser el propio vecino el que te denuncie. Es necesario por tanto revisar incluso lo más obvio y aprender a conceder el beneficio de la duda a aquellos frente a los cuales todos parecen elevar una unanimidad sospechosa. Solo la defensa del Estado-nación y de nuestra identidad ancestral puede devolvernos la Verdad que unos y otros pretenden arrancarnos y que es causa de auténtica y legítima indignación. Solo entonces seremos verdaderamente libres.

Fuente: ID Press