No hay que tener miedo de hacer algo grande
Robert Brassillach
El caso de Robert Brassillach, por lo inaudito y escandaloso que supone el haber sucedido en pleno siglo XX, y en un país “democrático”, constituye un crimen sin precedentes en la historia de la literatura del siglo XX.
A pesar de la protesta organizada de lo más destacados nombres de las letras y las artes francesas y europeas –excepción hecha de Jean-Paul Sartre y André Guide-, el presidente De Gaulle se negó a conmutar la pena de muerte y en 1945 fue fusilado en la Francia irónicamente “libre” el poeta Robert Brassillach acusado de colaboracionista con el III Reich. Lo cierto es que la única colaboración que se pudo imputar al joven poeta fue de índole cultural y de opinión, ya que su actuación se limitó, a la participación en el Congreso de Weimar de 1941 junto a otros destacados intelectuales de la época, así como a su participación en el régimen de Vichy y su colaboración con grupos de ideología nacional-revolucionaria como el Parti Populaire Français de Doriot. Sin embargo, fue sentenciado y ejecutado, y posteriormente su obra arrinconada y olvidada. Si efectuamos paralelismos con otro poeta injustamente asesinado, Federico García Lorca –salvando las distancias que supone la ejecución de este último sin juicio legal por parte de un grupo de descontrolados, y la ejecución de una condena de un tribunal legítimo para Brassillach-, solo nos queda pensar que si el régimen franquista al que Brassillach apoyó, le hubiera dado la mitad de soporte que el régimen francés hizo a Lorca, Brassillach sería hoy un escritor sobrada y justamente conocido. Precisamente, todo lo contrario al estado actual de conocimiento de este poeta en España o en Francia.
De etnia catalana, Robert Brassillach nace en Perpinyà (Catalunya Nord), el 31 de marzo de 1909, hijo de un oficial del ejército francés que fallecerá en acto de servicio en 1914. Asentado desde joven en París, completó sus estudios en la prestigiosa Escuela Normal Superior. Integrado en los ambientes intelectuales de la época, colaboró con L’Intransigent o la Nouvelle Revue Française. Importante analista de cine y teatro, escribirá en 1931 junto a su cuñado Maurice Bardèche la Histoire du Cinema, considerado todavía hoy como un clásico de dicha materia. Anteriormente, había sido encargado de la sección literaria del periódico L’Action Française, de cuyo contacto quedó notablemente influido por el ideólogo y fundador del mismo Charles Maurras. A partir de 1934 y seducidos por los logros de los nuevos regímenes de Alemania e Italia, se declaró junto a otros intelectuales como Louis-Ferdinand Celine, Pierre Drieu La Rochelle Lucien Rabetet o su cuñado Maurice Bardeche como fascista y partidario del Nuevo Orden Europeo.
Fue fundador y director de la revista Je suis partout, que se convertirá en la
Publicación aglutinadora de las diversas tendencias nacional-revolucionarias que se desarrollaron en Francia antes y durante la guerra.
En 1936, siguiendo sus impulsos románticos, y en solidaridad con sus consanguíneos catalanes del otro lado de la frontera, Brassillach se traslada a España convirtiéndose en uno de los principales valedores de la causa nacionalista en los círculos literarios y artísticos franceses. De esta época nos dejará obras como Les cadets de l’Alcazar (1936), Les sept coleurs (1937), Histoire de le guerre de l’Espagne (1939) escrita en colaboración con Bardèche. Otras obras de Brassillach escritas entre 1939 y 1945 fueron Comme le temps passe, Corneille, un ensayo sobre el conocido autor teatral del siglo XVII Pierre Corneille, La Conquerante, Les quatre jeudis, Six heures a perdre o Antologie de le poesie grecque.
Al comenzar la guerra es movilizado, y sirvió como oficial del ejército francés. Fue hecho prisionero por los alemanes y liberado posteriormente. Sirvió activamente en el régimen de Vichy, y al finalizar la guerra, tuvo que esconderse como otros miles de franceses. Al comenzar la sangrienta represión de 1945, muchos pudieron huir, aunque él se niega a abandonar su Patria. Al ser detenida su madre, y para evitarle mayores sufrimientos se entregará a las nuevas autoridades francesas. Fue encarcelado un tiempo, hasta la resolución del juicio, de esta época son sus Poemes du Fresnes. El final ya lo conocemos. Del final de este poeta es ilustrativo comentar que cuando el tribunal dictó la sentencia de muerte, alguien del público exclamó: Es una vergüenza!, a lo que Brassillach replicó: No, es un Honor...
De esta manera se despedía quien fue uno de los intelectuales más brillantes y puros que ha dado Catalunya, y por ende Francia, injustamente asesinado en el esplendor de su vida por quienes pretendían hacerse pasar por “liberadores” de Europa...
Europae
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