Las cifras son impactantes y preocupantes. Aunque los datos en esta cuestión suelen ser opacos y los números reales se intentan presentar maquillados y atenuado, en España hay hoy unos 6. 000. 000 de inmigrantes a los que hay que sumar el millón largo de inmigrantes nacionalizados tras varios años de residencia legal. Eso significa un total de más de 7 millones de extranjeros, es decir más del 13 % de la población que vive en el Estado español es extranjera o de origen extranjero, al impacto que esto significa, hay que sumar en el poco lapso de tiempo que ha tenido lugar esta verdadera invasión.
En sólo catorce años España ha pasado de tener un 1% a un tener un13 % de población halógena. Un auténtico terremoto demográfico sin precedentes en la Historia mundial. Quizás los más jóvenes no lo recuerden, pero la mayoría de nosotros sí que nos acordamos de cuando en nuestras calles no había inmigrantes, ni es nuestras ciudades mezquitas, cuando los comercios estaban regentados por familias autóctonas y no por chinos exentos de impuestos y de cumplir horarios, y en los parques jugaban nuestros niños sin ser molestados ni chantajeados por bandas de delincuentes sudamericanos. Y es que no hace tanto tiempo de todo eso, así que hay que preguntarse: ¿Cuándo y quién empezó este disparate? Y la respuesta es clara: el Partido Popular en 1997. Recordemos los datos.
Ese mismo año, el porcentaje de población extranjera en España era del 1.6%, la inmensa mayoría jubilados del Norte de Europa instalados en la costa mediterránea para disfrutar del sol y del buen tiempo en los últimos años de su vida. Su estancia en España no producía el menor problema, tan europeos como nosotros, la convivencia era fácil y armónica. La cosa cambió rápido. En 2001 en plena época Aznar, el número de inmigrantes había llegado a 1.200.000 y ya no eran jubilados europeos, sino inmigrantes procedentes de Sudamérica y de los países islámicos, que venían aquí como mano de obra barata, el nefasto modelo económico de Aznar que descartó la creación de un tejido industrial sólido y se basó en la construcción y la especulación del suelo. Aznar aposto por una mano de obra barata y sobre todo dócil, que se encargara de romper los salarios y los derechos sociales de los trabajadores autóctonos, para así aumentar el beneficio del capital especulativo. Una sucia operación de ingeniería social de la que estamos pagando las duras consecuencias.
Fue precisamente ese año cuando el entonces ministro del Interior, Mariano Rajoy, reformó la ley de Extranjería y provocó de facto la primera regularización masiva de inmigrantes, ni más ni menos que 239.174 inmigrantes ilegales clandestinos pasaron por obra y gracia de Rajoy a situación “regular” de la noche a la mañana.
La cifra de inmigrantes NO dejó de aumentar los siguientes años, y así en 2003 se llegó a los tres millones, o lo que es lo mismo el 6% de la población residente en el Estado español.
Si el PP fue el encargado de abrir la puerta a la inmigración, el PSOE se dedicó a ponerles la alfombra roja. Ya con Zapatero en el poder, durante 2004, el 20% de los inmigrantes que llegaron a la UE lo hicieron a España. En 2005 el PSOE, en concreto el olvidado y desterrado Jesús Caldera, tuvo la desastrosa ocurrencia de proceder a una nueva masiva regularización de inmigrantes que provocó el consiguiente devastador efecto llamada. Así en 2007 la cifra llegábamos a los 4 millones, convirtiéndonos ese año en el segundo país que más inmigración recibió de todo el mundo sólo por detrás de los EE. UU.
El Zapaterismo ni siquiera ha sido capaz de parar la avalancha migratoria en los años de la crisis, y a pesar del aumento del paro, de la precariedad por la que pasan miles de familias españolas, del aumento de la inseguridad, de la incertidumbre y el colapso generalizado.
Según datos que recientemente hizo públicos el Instituto Nacional de Estadística en 2008 llegaron a España 400.000 inmigrantes más y en 2009 la cifra ascendía hasta los 520.000.
No hace falta añadir que tanto el PP como el PSOE han contado durante todos estos años con la complicidad y la colaboración de CiU, de ERC y de IU-ICV, entre cuyos deméritos está el haber logrado que el porcentaje de inmigrantes sea todavía mayor en Cataluña que en el resto de España y la presión migratoria un agobio constante para la sociedad catalana. Y aunque la Generalitat convergente siga con el mismo vicio que la anterior, de intentar ocultar –por motivos obvios– los datos reales de inmigrantes en Cataluña a la opinión pública, podemos afirmar que esa cifra está actualmente por encima de las 1.300.000 personas. Aquí también sigue el flujo constante a pesar de la crisis; en 2010 y según las cifras oficiales, supuso un incremento de 1.633 inmigrante en Cataluña, en cifras reales seguramente casi el doble, si incluimos los inmigrantes no censados. Una invasión demográfica en toda regla.
Digámoslo claro, el PP, el PSOE y el resto de partidos parlamentarios tienen una misma y única política migratoria, a la que hay que calificar por su nombre: suicida. Una política nefasta que sólo ha traído pobreza, marginación, inseguridad, injusticia, competencia desleal, caos en el sistema sanitario y social, y que creará todavía muchos más problemas y mucho más graves en los próximos años, cuando el porcentaje de inmigrantes llegue al 20, al 25 ó al 30%, algo que ocurrirá si nadie pone freno a esto.
Ahora se acercan las elecciones, y en los comicios del 20N nos jugamos muchas cosas que afectarán a nuestro futuro y al de nuestro hijos, entre otras cuestiones, nos encontramos ante una vital, ¿cómo actuar frente a la inmigración? Y sólo hay dos opciones: la de seguir en la catastrófica dinámica actual que nos conduce al desastre demográfico, económico y social o parar la invasión, primero detener y luego revertir el flujo migratorio, lo que es lo mismo que decir iniciar política serias de repatriación de inmigrantes.
La primera opción la representa toda la casta política, la segunda sólo Plataforma per Catalunya, por eso es de importancia vital que logremos un escaño en las próximas elecciones y que nuestras postura se oiga en el Congreso de los diputados.
Hoy más que nunca es necesaria y urgente la presencia de los identitarios en las máximas instituciones políticas. O nosotros, o la invasión, no hay soluciones intermedias.
En sólo catorce años España ha pasado de tener un 1% a un tener un13 % de población halógena. Un auténtico terremoto demográfico sin precedentes en la Historia mundial. Quizás los más jóvenes no lo recuerden, pero la mayoría de nosotros sí que nos acordamos de cuando en nuestras calles no había inmigrantes, ni es nuestras ciudades mezquitas, cuando los comercios estaban regentados por familias autóctonas y no por chinos exentos de impuestos y de cumplir horarios, y en los parques jugaban nuestros niños sin ser molestados ni chantajeados por bandas de delincuentes sudamericanos. Y es que no hace tanto tiempo de todo eso, así que hay que preguntarse: ¿Cuándo y quién empezó este disparate? Y la respuesta es clara: el Partido Popular en 1997. Recordemos los datos.
Ese mismo año, el porcentaje de población extranjera en España era del 1.6%, la inmensa mayoría jubilados del Norte de Europa instalados en la costa mediterránea para disfrutar del sol y del buen tiempo en los últimos años de su vida. Su estancia en España no producía el menor problema, tan europeos como nosotros, la convivencia era fácil y armónica. La cosa cambió rápido. En 2001 en plena época Aznar, el número de inmigrantes había llegado a 1.200.000 y ya no eran jubilados europeos, sino inmigrantes procedentes de Sudamérica y de los países islámicos, que venían aquí como mano de obra barata, el nefasto modelo económico de Aznar que descartó la creación de un tejido industrial sólido y se basó en la construcción y la especulación del suelo. Aznar aposto por una mano de obra barata y sobre todo dócil, que se encargara de romper los salarios y los derechos sociales de los trabajadores autóctonos, para así aumentar el beneficio del capital especulativo. Una sucia operación de ingeniería social de la que estamos pagando las duras consecuencias.
Fue precisamente ese año cuando el entonces ministro del Interior, Mariano Rajoy, reformó la ley de Extranjería y provocó de facto la primera regularización masiva de inmigrantes, ni más ni menos que 239.174 inmigrantes ilegales clandestinos pasaron por obra y gracia de Rajoy a situación “regular” de la noche a la mañana.
La cifra de inmigrantes NO dejó de aumentar los siguientes años, y así en 2003 se llegó a los tres millones, o lo que es lo mismo el 6% de la población residente en el Estado español.
Si el PP fue el encargado de abrir la puerta a la inmigración, el PSOE se dedicó a ponerles la alfombra roja. Ya con Zapatero en el poder, durante 2004, el 20% de los inmigrantes que llegaron a la UE lo hicieron a España. En 2005 el PSOE, en concreto el olvidado y desterrado Jesús Caldera, tuvo la desastrosa ocurrencia de proceder a una nueva masiva regularización de inmigrantes que provocó el consiguiente devastador efecto llamada. Así en 2007 la cifra llegábamos a los 4 millones, convirtiéndonos ese año en el segundo país que más inmigración recibió de todo el mundo sólo por detrás de los EE. UU.
El Zapaterismo ni siquiera ha sido capaz de parar la avalancha migratoria en los años de la crisis, y a pesar del aumento del paro, de la precariedad por la que pasan miles de familias españolas, del aumento de la inseguridad, de la incertidumbre y el colapso generalizado.
Según datos que recientemente hizo públicos el Instituto Nacional de Estadística en 2008 llegaron a España 400.000 inmigrantes más y en 2009 la cifra ascendía hasta los 520.000.
No hace falta añadir que tanto el PP como el PSOE han contado durante todos estos años con la complicidad y la colaboración de CiU, de ERC y de IU-ICV, entre cuyos deméritos está el haber logrado que el porcentaje de inmigrantes sea todavía mayor en Cataluña que en el resto de España y la presión migratoria un agobio constante para la sociedad catalana. Y aunque la Generalitat convergente siga con el mismo vicio que la anterior, de intentar ocultar –por motivos obvios– los datos reales de inmigrantes en Cataluña a la opinión pública, podemos afirmar que esa cifra está actualmente por encima de las 1.300.000 personas. Aquí también sigue el flujo constante a pesar de la crisis; en 2010 y según las cifras oficiales, supuso un incremento de 1.633 inmigrante en Cataluña, en cifras reales seguramente casi el doble, si incluimos los inmigrantes no censados. Una invasión demográfica en toda regla.
Digámoslo claro, el PP, el PSOE y el resto de partidos parlamentarios tienen una misma y única política migratoria, a la que hay que calificar por su nombre: suicida. Una política nefasta que sólo ha traído pobreza, marginación, inseguridad, injusticia, competencia desleal, caos en el sistema sanitario y social, y que creará todavía muchos más problemas y mucho más graves en los próximos años, cuando el porcentaje de inmigrantes llegue al 20, al 25 ó al 30%, algo que ocurrirá si nadie pone freno a esto.
Ahora se acercan las elecciones, y en los comicios del 20N nos jugamos muchas cosas que afectarán a nuestro futuro y al de nuestro hijos, entre otras cuestiones, nos encontramos ante una vital, ¿cómo actuar frente a la inmigración? Y sólo hay dos opciones: la de seguir en la catastrófica dinámica actual que nos conduce al desastre demográfico, económico y social o parar la invasión, primero detener y luego revertir el flujo migratorio, lo que es lo mismo que decir iniciar política serias de repatriación de inmigrantes.
La primera opción la representa toda la casta política, la segunda sólo Plataforma per Catalunya, por eso es de importancia vital que logremos un escaño en las próximas elecciones y que nuestras postura se oiga en el Congreso de los diputados.
Hoy más que nunca es necesaria y urgente la presencia de los identitarios en las máximas instituciones políticas. O nosotros, o la invasión, no hay soluciones intermedias.
Josep Anglada
Weblog de Josep Anglada
http://josepanglada.blogspot.com/