Con motivo del inicio de la campaña electoral un amigo que anda por Barcelona fue a curiosear en lo más curioso, lo que se sale de la norma: el discurso de Josep Anglada...
Parece que entre unos y otros no se ponían de acuerdo sobre lo que realmente pasó en el discurso de Josep Anglada.
Tengo un joven amigo que anda por Barcelona por asuntos de trabajo. Con motivo del inicio de la campaña electoral ha ido a curiosear en lo más atractivo de todo, en lo que se sale de la norma: el discurso de Josep Anglada y la "Plataforma per Catalunya". Esto a las 12 de la noche. Al día siguiente la Agencia EFE, desde el diario ABC, le ha contado lo que vió realmente; le ha explicado el espejismo que creyó ver. "No me lo puedo creer. Yo estaba allí", me dice. "¿Estás seguro?", le pregunto. "Completamente", me responde atónito, "ha sido un acto totalmente soso: ni un solo altercado. A juzgar por lo que decían, yo esperaba otra cosa".
La noticia de ABC lleva por título "Anglada, increpado por ciudadanos en un tenso acto inaugural de campaña". El texto describe sucesos que, según mi amigo, son completamente inventados: "Ciudadanos a pie de calle, desde sus vehículos o incluso desde las viviendas cercanas al parque barcelonés de la Ciutadella, lugar escogido por Anglada para empezar la campaña que espera que le lleve a las Cortes el próximo 20-N, han increpado al líder de la plataforma de tintes xenófobos, mientras varios miembros de este partido formaban un perímetro, alrededor de un centenar de fieles simpatizantes y de Anglada, armados con palos de plástico".
Preguntando en otros lugares, la versión de mi amigo se confirma. No es la primera vez que el diario vasco-monárquico de centro-derecha se inventa literalmente algo. Con motivo de los asesinatos de Oslo, ABC y sus chicos dieron un recital de cómo manipular una noticia hasta que sea completamente irreconocible y sirva a ciertos intereses que, claro está, son bastante inconfesables.
¿Que a la democracia española le ha salido un partido anti-inmigración? Es algo esperable. Con cinco millones de parados y cinco millones de extranjeros de más de cien nacionalidades, ¿les parece raro que a alguien no le guste en lo que nos estamos convirtiendo? Porque, la primera razón por la que todo ese enjambre multiétnico está aquí es para destruir nuestro Estado de bienestar, algo que le sobra completamente al turbocapitalismo y que Cayo Lara -ese indignado de pandereta- jamás va a denunciar. Y, si la izquierda más radical interpreta la inmigración en clave de "diversidad", "pluralidad", y "multiculturalidad" deseable y "solidaridad" de clase, como aspiración social, vamos; es decir, si la izquierda en pleno hace el juego a ese capitalismo sin barreras, ¿resulta raro que alguien se preocupe por nuestro futuro demográfico y social?
Yo creo que esto es una razón apoyada por argumentos que no se pueden despachar con los cuatro eslóganes fáciles de la "xenofobia" y el "racismo", salvo que se tengan otros intereses tan inconfesables como los del diario ABC. De ahí que este simpático diario vasco-centrista y monarquico-derechoide se haya embarcado en la campaña de odio que asume por igual desde el centro-derecha hasta la izquierda abertzale y que establece el reino de la irracionalidad para todos los que desafían el futuro multiétnico que nos aguarda.
Dice Pat Buchanan que la demografía es un destino. La frase tiene más miga de la que parece y, para desgranarla, es necesario despojarse de todas las necedades que nos venden los medios, de todos los tópicos que circulan como recetas salvadoras para que todo, absolutamente todo, siga sus derroteros de decadencia y miseria.
De hecho, estos días se ha "celebrado" el nacimiento del "habitante" 7000 millones del planeta Tierra que, claro está, nació en lejanas latitudes, no en Europa. Esto no es una casualidad, sino una consecuencia lógica de nuestra demografía decrépita.
Me viene a la cabeza la cita escalofriante del coronel Huari Bumedián, antiguo presidente de Argelia, que en un célebre discurso ante las Naciones Unidas, allá por 1974, advirtió de que "un día, millones de hombres dejarán el hemisferio sur de este planeta para desparramarse en el hemisferio norte. Y no lo harán como amigos. Porque se desparramarán para conquistar y conquistarán poblándolo con sus niños. La victoria nos llegará desde el útero de nuestras mujeres". Años después, Omar M. Ahmad, presidente del comité del Consejo de Relaciones Amrericano-islámicas, durante la conferencia islámica que tuvo lugar en Freemont, California, en julio de 1998, afirmó algo no menos escalofriante: "el Islám no está en Amércia para ser como las otras religiones sino para ser dominante. El Corán, la escritura islámica, debe ser la más alta autoridad de américa y el Islám la única religión aceptada en la Tierra". ¿Megalomanía? Sin duda. Pero no es una megalomanía irracional y carente de base fáctica porque mientras que la población mundial crece imparable los pueblos occidentales están muriendo: no hay una sola nación europea, con excepción de la islámica Albania, que tenga una tasa de natalidad superior a la tasa de reposición generacional.
Algunos casos son terriblemente llamativos. Por ejemplo, de los 150 millones de habitantes de la Rusia soviética, la Rusia actual tiene solo 140 y es previsible que en breve pierda 24 millones más. Los demógrafos han acuñado el término de "hipermortalidad" para referirse a este súbito y terrible declive numérico. Y, ¿qué decir de Alemania? Causa sonrojo escuchar hablar del "motor de Europa" para referirse a ese geriátrico que, en apenas treinta años, no contará para nada y no será más que un Haarlem septentrional.
¿Es que, en España en concreto, nadie se ha parado a pensar en todo esto? Desde luego que sí. Lo sospechoso es lo poco que se nombra. Unos piensan en ello como algo estupendo porque su credo nihilista les impele al suicidio, como sucede con la izquierda. Otros porque, en su delirio mercantil, piensan que una termitera gris sin naciones ni pueblos es lo único que puede garantizar que esa "mano invisible" del mercado pueda gobernar por siempre. En el panorama lúgubre y siniestro que se dibuja en el horizonte, unos y otros se complementan a las mil maravillas y hacen el caldo gordo a los nuevos reyes del dinero, únicos beneficiados de todo esto.
Queda por señalar que no es tan raro que algunos piensen en ello para evitarlo y que medios y clase política, precisamente por ser cómplices del crimen, se empeñen en ningunear a tan osado colectivo díscolo y en desatar la campaña de odio que, en este caso, han puesto en marcha sutilmente ABC y la Agencia EFE. Para muchos eso es lo fácil: emplear los recursos del Estado y del mercado contra gente discrepante. Harina de otro costal es desbrozar sus argumentos y refutarlos uno a uno. De ahí el clima de histeria, de clichés y estereotipos en los que los sicarios del capitalismo -de izquierdas o de derechas- pretenden encorsetar la voz de alarma de toda una civilización. Y, por cierto, todo esto excede con mucho a los militantes y simpatizantes de la "Plataforma per Catalunya". No se les vaya a olvidar.
Parece que entre unos y otros no se ponían de acuerdo sobre lo que realmente pasó en el discurso de Josep Anglada.
Tengo un joven amigo que anda por Barcelona por asuntos de trabajo. Con motivo del inicio de la campaña electoral ha ido a curiosear en lo más atractivo de todo, en lo que se sale de la norma: el discurso de Josep Anglada y la "Plataforma per Catalunya". Esto a las 12 de la noche. Al día siguiente la Agencia EFE, desde el diario ABC, le ha contado lo que vió realmente; le ha explicado el espejismo que creyó ver. "No me lo puedo creer. Yo estaba allí", me dice. "¿Estás seguro?", le pregunto. "Completamente", me responde atónito, "ha sido un acto totalmente soso: ni un solo altercado. A juzgar por lo que decían, yo esperaba otra cosa".
La noticia de ABC lleva por título "Anglada, increpado por ciudadanos en un tenso acto inaugural de campaña". El texto describe sucesos que, según mi amigo, son completamente inventados: "Ciudadanos a pie de calle, desde sus vehículos o incluso desde las viviendas cercanas al parque barcelonés de la Ciutadella, lugar escogido por Anglada para empezar la campaña que espera que le lleve a las Cortes el próximo 20-N, han increpado al líder de la plataforma de tintes xenófobos, mientras varios miembros de este partido formaban un perímetro, alrededor de un centenar de fieles simpatizantes y de Anglada, armados con palos de plástico".
Preguntando en otros lugares, la versión de mi amigo se confirma. No es la primera vez que el diario vasco-monárquico de centro-derecha se inventa literalmente algo. Con motivo de los asesinatos de Oslo, ABC y sus chicos dieron un recital de cómo manipular una noticia hasta que sea completamente irreconocible y sirva a ciertos intereses que, claro está, son bastante inconfesables.
¿Que a la democracia española le ha salido un partido anti-inmigración? Es algo esperable. Con cinco millones de parados y cinco millones de extranjeros de más de cien nacionalidades, ¿les parece raro que a alguien no le guste en lo que nos estamos convirtiendo? Porque, la primera razón por la que todo ese enjambre multiétnico está aquí es para destruir nuestro Estado de bienestar, algo que le sobra completamente al turbocapitalismo y que Cayo Lara -ese indignado de pandereta- jamás va a denunciar. Y, si la izquierda más radical interpreta la inmigración en clave de "diversidad", "pluralidad", y "multiculturalidad" deseable y "solidaridad" de clase, como aspiración social, vamos; es decir, si la izquierda en pleno hace el juego a ese capitalismo sin barreras, ¿resulta raro que alguien se preocupe por nuestro futuro demográfico y social?
Yo creo que esto es una razón apoyada por argumentos que no se pueden despachar con los cuatro eslóganes fáciles de la "xenofobia" y el "racismo", salvo que se tengan otros intereses tan inconfesables como los del diario ABC. De ahí que este simpático diario vasco-centrista y monarquico-derechoide se haya embarcado en la campaña de odio que asume por igual desde el centro-derecha hasta la izquierda abertzale y que establece el reino de la irracionalidad para todos los que desafían el futuro multiétnico que nos aguarda.
Dice Pat Buchanan que la demografía es un destino. La frase tiene más miga de la que parece y, para desgranarla, es necesario despojarse de todas las necedades que nos venden los medios, de todos los tópicos que circulan como recetas salvadoras para que todo, absolutamente todo, siga sus derroteros de decadencia y miseria.
De hecho, estos días se ha "celebrado" el nacimiento del "habitante" 7000 millones del planeta Tierra que, claro está, nació en lejanas latitudes, no en Europa. Esto no es una casualidad, sino una consecuencia lógica de nuestra demografía decrépita.
Me viene a la cabeza la cita escalofriante del coronel Huari Bumedián, antiguo presidente de Argelia, que en un célebre discurso ante las Naciones Unidas, allá por 1974, advirtió de que "un día, millones de hombres dejarán el hemisferio sur de este planeta para desparramarse en el hemisferio norte. Y no lo harán como amigos. Porque se desparramarán para conquistar y conquistarán poblándolo con sus niños. La victoria nos llegará desde el útero de nuestras mujeres". Años después, Omar M. Ahmad, presidente del comité del Consejo de Relaciones Amrericano-islámicas, durante la conferencia islámica que tuvo lugar en Freemont, California, en julio de 1998, afirmó algo no menos escalofriante: "el Islám no está en Amércia para ser como las otras religiones sino para ser dominante. El Corán, la escritura islámica, debe ser la más alta autoridad de américa y el Islám la única religión aceptada en la Tierra". ¿Megalomanía? Sin duda. Pero no es una megalomanía irracional y carente de base fáctica porque mientras que la población mundial crece imparable los pueblos occidentales están muriendo: no hay una sola nación europea, con excepción de la islámica Albania, que tenga una tasa de natalidad superior a la tasa de reposición generacional.
Algunos casos son terriblemente llamativos. Por ejemplo, de los 150 millones de habitantes de la Rusia soviética, la Rusia actual tiene solo 140 y es previsible que en breve pierda 24 millones más. Los demógrafos han acuñado el término de "hipermortalidad" para referirse a este súbito y terrible declive numérico. Y, ¿qué decir de Alemania? Causa sonrojo escuchar hablar del "motor de Europa" para referirse a ese geriátrico que, en apenas treinta años, no contará para nada y no será más que un Haarlem septentrional.
¿Es que, en España en concreto, nadie se ha parado a pensar en todo esto? Desde luego que sí. Lo sospechoso es lo poco que se nombra. Unos piensan en ello como algo estupendo porque su credo nihilista les impele al suicidio, como sucede con la izquierda. Otros porque, en su delirio mercantil, piensan que una termitera gris sin naciones ni pueblos es lo único que puede garantizar que esa "mano invisible" del mercado pueda gobernar por siempre. En el panorama lúgubre y siniestro que se dibuja en el horizonte, unos y otros se complementan a las mil maravillas y hacen el caldo gordo a los nuevos reyes del dinero, únicos beneficiados de todo esto.
Queda por señalar que no es tan raro que algunos piensen en ello para evitarlo y que medios y clase política, precisamente por ser cómplices del crimen, se empeñen en ningunear a tan osado colectivo díscolo y en desatar la campaña de odio que, en este caso, han puesto en marcha sutilmente ABC y la Agencia EFE. Para muchos eso es lo fácil: emplear los recursos del Estado y del mercado contra gente discrepante. Harina de otro costal es desbrozar sus argumentos y refutarlos uno a uno. De ahí el clima de histeria, de clichés y estereotipos en los que los sicarios del capitalismo -de izquierdas o de derechas- pretenden encorsetar la voz de alarma de toda una civilización. Y, por cierto, todo esto excede con mucho a los militantes y simpatizantes de la "Plataforma per Catalunya". No se les vaya a olvidar.