Contemplo con una mezcla de asco y hastío los debates de la campaña electoral. Soy consciente de que nada va a cambiar. Reconozco que miro con simpatía la candidatura de PXC.
A causa de sus contenidos y por su genuina actitud desafiante y –esta vez sí- indignada con lo que sucede, un abstencionista empedernido como yo solo podría votar a una candidatura como la que encabeza Anglada.
Por la derecha –o centroderecha, como se prefiera- no hay una sola idea o propuesta que no augure lo peor a medio plazo. En lo cultural y social, van muy por detrás de las ideas de la izquierda, que es quién marca el discurso: no hay más que ver el tibio discurso del PP para cosas cuestiones como el aborto y su desmarque absoluto de cualquier política natalista y en favor de la familia. En otras cuestiones, Rajoy y sus chicos se presentan como remedio a la crisis que azota a cinco millones de españoles y a sus familias pero, sin embargo, han hecho suyo el discurso del "ajuste" perpetuo. Como en la peor hora del "felipismo", la "austeridad" es el remedio a nuestros problemas y, para disimular, todo aquello que no es "austeridad" se tilda de "despilfarro". Si llega el caso, se sale por la tangente denunciando el "gasto excesivo" y que hemos vivido "por encima de nuestras posibilidades" cuando en realidad vivimos con las condiciones que nos dijeron que se podía vivir. El resultado de todo esto es que se justifican las políticas de "equilibrio presupuestario", que garantizan por ley -véase la reforma constitucional- que los mercados tendrán lo suyo a un jugoso interés, naturalmente.
Plegándose a ciertos intereses oscuros, el Banco Central Europeo renuncia a su función natural, que es financiar el crecimiento del continente, para que la financiación haya que ir a pedirla a los mercados, los cuales hacen su agosto a costa de todos. Por lo demás, inmigración incontrolada e invierno demográfico institucional destruyen nuestra conciencia nacional y minan poco a poco los fundamentos de nuestros derechos sociales encarnados en el Estado de Bienestar.
Mientras tanto la izquierda plantea un falso dilema meramente propagandístico, que se base en decir que ellos se preocupan por los desheredados de la tierra. Las bases de tal embuste no resisten un somero análisis cuando millones hemos vivido las consecuencias de catorce años de felipismo y ocho de zapaterismo, en los que la precariedad laboral, los contratos basura y el abismo entre ricos y pobres ha crecido más y más. Mientras que todo lo que sostiene el orden social ha sido socavado en nombre del "progresismo", cuando una clase política mediocre e incompetente -a veces simples idiotas- ha sido aupada a los puestos más altos del Estado, la división entre el pueblo ha ido creciendo gracias a la propaganda de cárteles mediáticos -como Prisa y Mediapro-, que han impuesto una férrea dictadura de la ideología izquierdista. Por desgracia, entre sus supuestos enemigos, se ha impuesto una crítica ridícula cuya esencia es contraponer al desastre presente las supuestas bondades de un capitalismo desbocado que está fracasando en todo el mundo salvo para los hiper-ricos. Basta leer ¡Libertad real ya! (Ciudadela, 2011) para percatarse de qué arteramente se deja de lado a la otra parte del "sistema" -el capitalismo global- como si esa parte fuera una especie de idea marginal en estos tiempos y como si fuera completamente ajena a lo que está pasando. Al parecer, la culpa de todo es del "socialismo" -incluso el "socialismo al 50%"- y cosas como la deslocalización económica, la inmigración masiva, la destrucción de la conciencia nacional o la desmoralización del pueblo fueran ajenas a esa supuesta "libertad económica" que no es si no la libertad del zorro en el gallinero.
Curiosamente, todos guardan silencio cuando se producen hechos como la condena del "número tres" de PXC en Vic, Juan Carlos Fuentes, por unos panfletos calificados por el cartel como "xenófobos", y realizados durante la campaña de las elecciones municipales de 2007. Fuentes ha sido condenado a un año y medio de prisión y seis mil euros de multa por unos panfletos ante los mismos tribunales que hacen la vista gorda cuando turbas de fanáticos hostigan violentamente a jóvenes que acuden a misa en la Universidad de Barcelona. Esto, naturalmente, no es "odio" porque se trata del Islam y porque los que hostigan y agreden guardan un cierto parentesco ideológico con los que juzgan.
Pero es que los supuestos enemigos de la extrema izquierda atrincherada en los tribunales catalanes, no moverá un solo músculo para denunciar la opresión. Sin ir más lejos, y a raíz de la campaña de Benetton, en la que aparecen un imán egipcio y el Papa besándose en la boca, no deja de ser curioso el tono en el que ha informado la prensa de todo el país: la campaña ha sido simplemente "polémica" -no como los panfletos de PXC, que incitan al "odio" y merecen ser juzgados en los tribunales- y el tono de objetividad y frialdad informativa contrasta con las valoraciones tendenciosas que inspiran cualquier artículo que habla sobre el partido maldito. Y sin que "gatos al agua", "diarios globales en español" o similares denuncien el hecho evidente de que una policía del pensamiento utiliza los tribunales ordinarios para hacer valer su ideología fracasada y ridícula: no vaya a ser que quede uno vinculado a lo innombrable.
Ante tanto cinismo e incompetencia, un partido que apuesta decididamente por las identidades, que denuncia la conexión entre el capitalismo despiadado y la inmigración, que expone el fracaso de la economía liberal y de su individualismo, que -¡pásmense!- reivindica hasta la dignificación de las humanidades y la obligatoriedad del estudio de la herencia greco-romana en la enseñanza primaria, merece todo mi respeto. Ellos son los verdaderos "indignados" y no los títeres de la izquierda radical, cuya "oposición al sistema" goza de la cobertura mediática de los carteles más grandes del país y de que, pese a sus manifiestas ilegalidades, gozan de la benevolencia de los poderosos.
Así que si usted quiere ser verdaderamente un rebelde de los tiempos, puede ir a acampar en la Puerta del Sol, ponerse una camiseta de el Chey y leer Público o hacer ascos a todo eso mientras se lee las obras completas de Hayek; es decir, puede usted sumarse al rebaño, o bien puede optar por el duro camino de los que quieren reivindicar un futuro para nuestro pueblo. Usted decide.
Fuente: El Semanal Digital