Dos son las hipótesis de un eventual referéndum popular griego sobre las “ ayudas” internacionales por el incumplimiento helénico. Siempre, claro, que mientras tanto no se produzca una marcha atrás por parte de Papandreu.
Hipótesis primera: la mayoría acepta y estampa así su firma a la servidumbre y con ello los políticos griegos se lavan las manos y no quedan atrapados a solas en las consecuencias apocalípticas de las privatizaciones (o más bien de las expropiaciones) que serán impuestas al pueblo y la nación.
Segunda hipótesis: la mayoría lo rechaza.
Habría que verificar si se diera esto último, ¿Qué sucedería?
Podría pasar lo mismo que en Dinamarca hace veinte años: “habéis equivocado el voto, volver a votar” y entonces votarían que “vale, está bien”.
O bien podría llegarse a una ruptura en cadena en la eurozona.
Lo que, con el visto bueno de los euroescépticos, no haría más que favorecer aún más a los americanos de lo que ya les favorece el actual plan de rescate europeo, mediante el cual los europeos pagamos sus errores.
Desgraciadamente no hay salida. Desde que Sarkozy traicionó a Francia y a Europa reconstruyendo el partido atlántico hasta la coalición de Suez y desde que la Merkel diluyó y distorsionó la obra de Kohl que no estaba totalmente revertida por Schroeder, los márgenes de maniobra son muy pocos.
Europa (unida o dividida lo que es absolutamente igual) se dirige a la muerte demográfica, productiva, espiritual, biológica y política.
Se podría remontar solo mediante una voluntad de potencia que se manifestara en una política de potencia, en la reapropiación de parte de la política, de la economía, de la finanza, de la comunicación, del armamento y de la tecnoestructura.
Y podría tener una oportunidad reescribiendo los tratados y potenciando el Euro (potenciándolo, no minándolo, potenciándolo y subordinándolo al control popular) pero también articulándose con directrices culturales y económicas diferenciales y sinérgicas.
Expulsando o neutralizando el cuerpo extraño británico, debería rearticular el eje París-Berlín- Moscú, diseñar un eje Roma-Budapest-Kiev en el cual Roma, junto a Berlín, haría de mediador con Moscú. Por otra parte se debería restablecer un eje euromediterráneo sobre la directriz Madrid- Roma- Atenas activo también sobre las directrices mediterráneas con Estambul, Damasco, El Cairo visto que Trípoli está hoy fuera del juego y lo estará durante mucho tiempo.
Esto comportaría un paso de civilización, no solamente un paso político.
¿Con que perspectivas? Sinceramente pocas, pero no se ven otras líneas maestras, las contrapuestas, todas ellas, son sumisas, especialmente las reaccionarias y retrógradas (tipo retorno a la Lira) que, como siempre sucede en las políticas “restauracionistas” son las que más convienen a los intereses del enemigo.
En resumen, gracias a la acción de la administración Obama por un lado, a la traición de Sarkozy y a las contorsiones de la Merkel por el otro, a solo tres años de la gran prueba ofrecida por Europa frente al reto georgiano, nos encontramos en la oscuridad más profunda.
Mientras tanto Roma que es de verdad indispensable para la civilización sigue en las condiciones que conocemos bien.
¿Qué puedo decir?, Consolémonos con Palestina.
Y evitemos disfrutar con la crisis de sistema tal como se chismorrea por aquí y por allá.
De hecho, no solo el sistema no está en crisis, sino que es el sistema el que ha puesto en crisis- premeditada y conscientemente- a pueblos, naciones, sociedades e incluso potencialidades políticas.
Y el capitalismo como sistema no está en crisis; culturalmente, existencialmente y socialmente cumple con la misión a la que está llamado, por esencia y por fundamento, por los “enemigos del hombre”: crear físicamente un infierno.
Y el capitalismo como sistema no está en crisis; culturalmente, existencialmente y socialmente cumple con la misión a la que está llamado, por esencia y por fundamento, por los “enemigos del hombre”: crear físicamente un infierno.
Un Hades para los Griegos.
¿Qué puedo decir?. Consolémonos con Palestina.
Gabriele Adinolfi
Gabriele Adinolfi
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