“Más allá de todo, en el fascismo, existe un sentimiento
sobre el mundo, un cierto estilo de vida, un enfoque particular de la
existencia. En el fascismo, hay, antes que política, una dimensión estética,
simbólica y existencial; un cierto saber hacer aristocrático consagrado al
pueblo, que se decanta por el espíritu cultivando su cuerpo, que aclama
triunfalmente a la muerte viviendo plenamente su vida, que experimenta la
libertad en el seno de la comunidad. Ser fascista, es algo casi indefinible, un
quid, una mezcla de activismo, de juventud, de combatividad, de misticismo. Ser
fascista, es saber tener un paso sobrio y relajado, trágico y solar, es poseer
una voluntad de grandeza, de potencia, de belleza, de eternidad, de
universalidad. Es adherirse a una lógica de fraternidad, de camaradería, de
comunidad. Ser fascista es ser consciente de un destino y desear
desvergonzadamente enfrentarse con él, tener la capacidad de vivir plenamente
en el grupo, en el equipo, en el clan y de saber elevar este lazo al nivel de
la nación y al nivel del imperio. Ser fascista, es tener 17 años para toda la
vida. Se trata de superarse, de darse forma a si mismo y al mundo. Ser fascista
es disfrutar de los moralistas escandalizados, de blanqueados sepulcros, y
viejos peluquines. Es cultivar la radicalidad en el pragmatismo, sentir asco
por a decadencia y la pequeñez de espíritu sabiendo vivir en su tiempo,
merendarse a la modernidad extrayendo el entusiasmo fáustico por la modernidad.
Ser fascista es tener por compañeros, más allá de complicaciones cerebrales, al
fuego, al mármol, a la sangre, a la tierra, al sudor y al hierro. Es conseguir
hacer vibrar sus cuerdas interiores sobre la frecuencia más humilde a la vez
que se reúsa de la adulación, de la indulgencia, de la demagogia y de la
prostitución intelectual. ¡Sólo sentimos nostalgia por el futuro! El fascismo
es fundar ciudades, sanear tierras, llevar un proyecto de civilización. Es
concebir la existencia como una lucha y una conquista, sin resentimientos. Es
regalarse a sus camaradas, a su nación, a su ideal, justo hasta el sacrificio
extremo. Sí, ser fascista es todo esto, y además, con un estilo, con una idea
de la estética, con un gusto por el decoro. Es ser elegante y sonriente hasta
el cadalso y más allá.”
Texto: Adriano Scianca.
Traducción: PintanBastos!