Región griega de gente ruda y humilde, de valientes pastores, de labores curtidas. Idealizado reino imaginado por variados genios europeos: Virgilio, Cervantes, Poussin, Garcilaso, Lope de Vega y tantos otros que vieron en ella la armonía perfecta del hombre con la naturaleza y la más alta expresión de la felicidad y el sosiego. Una fuente clásica de inspiración que terminó por enturbiarse, tantas veces manoseada, para acabar convertida en sinónimo de lo estanco. En un retiro abstracto donde pacen los bohemios. Esa Arcadia ensoñada y fértil, donde cabriteaba el dios Pan, ese vestigio mitológico, hoy solo sirve como recurso bucólico e ilusorio para una intelectualidad atada a la holganza, al conformismo idílico y a la desidia…
Pero allá en lo alto, corsaria figura fruto de la imaginación de mentes audaces, antítesis de todo lo anteriormente expuesto, navega otra Arcadia portando bandera negra e regia calavera. Nave con espíritu propio capitaneada por un idealista tuerto llamado Harlock, un animado personaje arqueofuturista que llama a la acción a los hombres libres, a aquellos que aún les queda una pizca de dignidad en sus corazones. Una tripulación de nuevos piratas que atraviesa el infinito estrellado a bordo de una Arcadia que se presenta como salvaguarda de la justicia y azote de la jactancia de los poderosos. Una Arcadia que bien podría parecer un símil de ese ruidoso concepto metapolítico que es la “Zona Autónoma Temporal” que Hakim Bey nos presenta en sus escritos como modelo para crear espacios que eludan las terribles estructuras de control social. Una Arcadia que bien podría aparecer en los textos de artillería de Gabriele Adinolfi, donde se detallan las líneas de operación para una avanzadilla corsaria en el plano político actual. Una portentosa embarcación de combate que bien podría reflejar los estrechos lazos de comunidad que constaron entre los viejos pobladores de Tortuga, la isla, que al igual que Arcadia, (no) existe.
Fdo: PintanBastos!