En octubre de 1944 el propagandista del Partido Comunista de la Unión Soviética Ilia Ehremburg escribía en el periódico "Estrella Roja": "Los alemanes no son seres humanos". "A partir de ahora la palabra alemán provocará la descarga de un arma. No hablaremos, no nos inquietaremos: mataremos". "No cuentes los días. Cuenta una sola cosa: los alemanes que has matado"."Mata alemanes, no son personas". Fieles a esas consignas, los infantes y comisarios soviéticos que penetraron por sorpresa ese mismo mes en Prusia Oriental cometieron una terrible matanza entre la población civil de una localidad llamada Nemmesdorf. Cuando días después los integrantes de las alemanas Fuerzas de Asalto del Pueblo reconquistaron la localidad, buscaron supervivientes en vano. Solo encontraron muertos. Bebés con las cabezas aplastadas, mujeres desnudas crucificadas, niñas violadas y ancianos. Fue tal el horror y el trauma causado entre las poblaciones de los alrededores que este masacre provocó ante la posible llegada de las tropas soviéticas, una huida en masa, acosados por la aviación soviética, de varios millones de alemanes hacia los puertos del Báltico. Alrededor de 300.000 perecieron en la huída.
En enero de 1945 más de sesenta mil refugiados se concentraban en la bahía de Gottenhaffen. La situación era tan crítica que el Alto Mando alemán organizó una operación de rescate conocida con el nombre de Hannibal reuniendo para ello decenas de barcos con el cometido de poner a salvo a los civiles huídos del terror rojo. Una de estas naves fue el Wilhelm Gustloff, antiguo barco de recreo destinado a la organización nacional-socialista "Fuerza por la Alegría" cuya función era de crucero vacacional destinado a viajes para los obreros alemanes, célebre por haber rescatado en 1938 a los naúfragos de un mercante británico en medio de un temporal, y que desde que había estallado la guerra servía, tras un tiempo como buque-hospital, como centro de instrucción de tripulantes de submarinos, una nave que llevaba el nombre de un dirigente de Partido nacional-socialista asesinado en 1936 por un extremista. Preparado para zarpar el 30 de enero de 1945, el buque, que contaba con una tripulación de 173 hombres, transportaba según la lista oficial 918 oficiales y marineros, 373 mujeres del cuerpo auxiliar de la Kriegsmarine, 162 heridos de guerra y 4424 refugiados. Posteriormente se ha sabido que debido a la situación de caos durante la huída de población civil desde Prusia oriental, los refugiados ascendieron a la cifra de 8956, sumando un total de 10.582 personas. Avistado por el submarino soviético S-13 comandado por Alexandr Marinesko, a las 21:08 del mismo día entre la bahía de Danzig y la isla de Bornholm, el Wilhelm Gustloff recibió el impacto de tres torpedos que causaron su hundimiento en menos de cincuenta minutos con mar gruesa, temporal de nieve y a una temperatura de 18 grados bajo cero. Solo 1239 personas pudieron ser rescatadas por algunos buques alemanes que encontrándose en los alrededores se apresuraron a acudir al rescate. El resto, 9343 hombres, mujeres y niños perecieron en las frias aguas del Báltico. Una de las embarcaciones de salvamento hizo lo imposible para rescatar al mayor número de naúfragos mientras estaba siendo perseguido por otro submarino soviético, finalmente el torpedero T-36 sorteó milagrosamente, ya con cientos de supervivientes a bordo, dos lanzamientos de torpedos soviéticos escapando a toda velocidad. Mientras el Wilhelm Gustloff se sumergía con luces de fiesta y sirenas autoactivadas en el último momento debido a un cortocircuito, el mismo día que había nacido la persona que le había dado nombre, miles de personas sufrían en el agua a temperaturas bajísimas un tormento inhumano y familias enteras desaparecían entre las oscuras aguas bálticas. También se produjeron los milagros. Una joven, en proceso de congelación, daba a luz a un niño minutos despues de ser rescatada a bordo del Löwe. Por su parte, la última persona en ser rescatada de las aguas resultó ser un niño de un año. Como no se pudo averiguar quienes eran sus padres, el contramaestre que lo había salvado se hizo cargo de él y lo adoptó. Años después, un suboficial supo que este era su hijo, había perdido a su mujer y a otro hijo en el naufragio, sin embargo, al encontrarse el joven "huérfano" en la Alemania oriental, murió muchos años después sin poder volver a verlo.
En la actualidad, los restos del Wilhelm Gustloff reposan en tres secciones a 42 metros de profundidad junto a los sueños de sus miles de inocentes víctimas, sumergidos por las frías aguas bálticas y el olvido orquestado por los que ganaron aquella guerra, sin haber recibido homenajes de recuerdo ni el arrepentimiento o castigo de los culpables.
El hundimiento del Gustloff está considerada como la mayor tragedia naval de todos los tiempos, superando seis veces a las 1495 víctimas del Titanic. Una tragedia que como hemos visto no fue accidental, sino premeditada. El responsable de esta matanza, comandante Alexandr Marinesko pocos días después cometió otra "heroica" acción, hundir el Steuben, un indefenso vapor de trasporte de heridos causando 4000 víctimas más. El 13 de febrero de 1945, cuando se disponía a atracar en el puerto soviético de Turka lanzó dos salvas para celebrar su regreso "victorioso", y las autoridades comunistas les recibieron como héroes celebrando en su honor una cena de gala. La cena no se les atragantó. Seguramente creían a pies juntillas las consignas del Partido y de su más famoso propagandista, Ehremburg. No habían matado a personas. Solo eran alemanes.
Marinesko fue condecorado y recibió a su muerte la consideración de Héroe de la Unión Soviética. Años después, apartado de la marina por mal comportamiento y completamente alcoholizado fue encarcelado debido a robo de material público. Ilia Ehremburg recibió en 1957 el Premio Lenin de la Paz y fue recibido en muchísimos países como representante de la Unión Soviética y reputado escritor. En las biografías de este periodista comunista que circulan por la red, pocos mencionan que fue autor de frases como: "Mata. Nadie en Alemania es inocente, ni siquiera la vida de los que aun no han nacido. Sigue las palabras del camarada Stalin y aplasta para siempre a la bestia fascista en su guarida. Quiebra el orgullo de las mujeres alemanas. Tomalas como tu motín legitimo." Tampoco la Unión Soviética, ni el Partido Comunista, ni ninguno de los responsables de la matanza fueron jamás acusados, ni juzgados por este crimen.
Hoy a 42 metros de profundidad, 9343 víctimas del odio comunista esperan, no ya justicia, sino al menos nuestro recuerdo.