Nuestro pueblo
encara el 1º de Mayo de este año de 2012 superando el 24% de paro, una lacra que ha alcanzado
en los últimos meses a 365.900 personas más, con un total de 5,6 millones de
trabajadores sin empleo, la mayor cifra de nuestra historia y el anuncio del
gobierno de que esta situación no revertirá durante la presente legislatura.
Somos el Estado de la Unión Europea con mayor tasa de desempleo, una dramática
situación agravada por un número creciente de expedientes de regulación de
empleo y una reforma laboral durísima y sin precedentes que agrava la
precariedad a la que hoy se enfrentan los trabajadores españoles que todavía
tienen la “fortuna” de conservar un miserable y precario puesto de trabajo.
Por otra parte en
España hay censados alrededor de seis millones de inmigrantes, una gran parte
de los cuales llegaron para ocupar los provisionales empleos
dedicados a la construcción de viviendas – hoy muchas deshabitadas- del
artificial “boom” inmobiliario fomentado por los gobiernos del Partido Popular
mientras dejábamos que desapareciera nuestra industria de producción nacional
en beneficio de la entrada de productos baratos, producidos en países
extranjeros, con materiales de dudosa calidad por mano de obra semiesclava y que entraban en nuestros países en
condiciones ventajosas, un proceso que ha dejado a España en una situación de
semiruina y extrema fragilidad agravada por la crisis mundialista y la deuda
contraída por muchos años de gestión política irresponsable, corrupción y
especulación de la que no se libra prácticamente ningún estamento
institucional.
Como resultado,
un presente insostenible y un futuro muy negro.
Caminamos a
marchas forzadas hacia el desmantelamiento del Estado, un Estado en el que
nadie cree y al que la mayoría de la población comienza a considerar como un ente
extraño y adversario de los intereses de la comunidad popular. Y esto es así,
porque desde los medios de comunicación visual y entretenimiento se han
fomentado unos comportamientos y unos referentes que han extendido hacia la
población el egoísmo, el individualismo, el “sálvese quien pueda” y el “todo
vale”. La solidaridad hoy es una vago concepto únicamente válido para lejanos
países y del todo impracticable con nuestros propios vecinos y conciudadanos,
nuestros compañeros de trabajo o las familias que siempre han pertenecido a
nuestra comunidad. Está dejando de existir el concepto de ayuda mutua entre
nuestros semejantes, la acción conjunta y la capacidad de crítica. Los
dictadores de lo políticamente correcto piensan por nosotros a través de sus
medios. Las calles, las carreteras, los hospitales o el patrimonio cultural y
natural han dejado de ser patrimonio común y pertenecen a los políticos que los
venden a entidades privadas y el trabajo está en manos de oscuras entidades
financieras que controlan a los gobiernos de turno a través de la banca y los
préstamos. Nuestro desmantelado Estado en manos de aprovechados sin escrúpulos
ya no defiende a la comunidad popular porque ya no existe Estado, y los
partidos políticos de la casta y sindicatos movilizarán a algunos miles de
trabajadores para reivindicar consignas huecas en su propio beneficio
justificando con ello su estéril existencia, sus prebendas y subvenciones.
Decididamente,
hoy no es un día para seguir el juego a aquellos que protestan contra las
medidas de un gobierno mientras han sido cómplices durante más años de los
soportables de la llegada y afianzamiento de este proceso.
Hoy es un día de
reflexión. De analizar y comprender en la situación en la que se encuentra el
trabajador autóctono, de las causas y responsabilidades de la misma y de las
posibles soluciones.
Desengañémonos.
Ni el PP, ni el PSOE, ni cualquiera de los partidos y sindicatos con
posibilidades actuales de actuación institucional son la solución. Porque ellos
son parte de la causa del problema. Los valores dominantes impuestos por esta
casta de privilegiados han desarmado a la población que sin valores ni
capacidad crítica se encuentra inerme y sin posibilidades de encuadramiento
efectivo, totalmente incapaz de dar una respuesta a la agresión que padece.
Las únicas
soluciones pasan por una recuperación de
los valores de pertenencia a una comunidad popular formada por autóctonos, del
enraizamiento y de la solidaridad entre los miembros de la misma. Pasan por un
cambio radical en las políticas económicas y productivas que deben ir dirigidas
únicamente hacia el interés de la comunidad y no al de entidades
supranacionales cuyos beneficios se reparten unos pocos y cuyo mayor
enriquecimiento lleva implicado un preogresivo empobrecimiento de los
trabajadores. Pasan por una renovación total de los gestores políticos que hoy reconocen no saber hacer frente a los problemas, es del todo necesaria una nueva clase política cuya
única vocación ha de ser la del servicio al pueblo y no hacia el “Partido” o
hacia su interés personal.
Para ello, y conscientes
de la situación de urgencia que padecemos, son necesarias en principio al menos
estas tres radicales medidas:
-Endurecimiento
penal y combate total contra la corrupción y la especulación especialmente contra la de los
gestores institucionales.
-Repatriación
inmediata de todos aquellos inmigrantes que se encuentren sin trabajo. Debemos
ser conscientes de que, en teoría, la inmigración está aquí para ocupar empleos
sobrantes. Una vez esa situación es inexistente no tiene sentido que continúen
aquí, básicamente porque perjudican gravemente a la población anfitriona. A
esta repatriación deben unirse aquellos inmigrantes que hayan delinquido o se
encuentren en nuestras prisiones. El enorme gasto de mantenimiento que supone
la inmigración debido a ese 40% de población reclusa inmigrante debe ser pagado
por sus Estados de origen. Tampoco se debe aceptar la importante y privilegiada
huída de capitales a sus países sin ningún tipo de gravamen Seguramente con el
ahorro que supondrían estas medidas podríamos salvar sobradamente nuestro
actual sistema sanitario.
-Preferencia en
el empleo para la población autóctona. No es razonable ni lógico que en esta
situación de precariedad laboral se emplee antes a una persona llegada de fuera
que a un trabajador autóctono.
Entendemos que si
tenemos 6.000.000 de parados y 6.000.000 de inmigrantes, sin inmigración no
existiría paro en España y con ello
cambiaría radicalmente la actual situación de debilidad del trabajador autóctono.
Pero, por
supuesto, hay que ir mucho más allá. La actual reforma laboral es vergonzosa, humillante
y un insulto a los trabajadores. El Estado no debe jamás permitir cualquier
retroceso, pérdida o merma en los derechos sociales adquiridos por los
trabajadores y esa es precisamente la finalidad de la nueva reforma, una
continuación de las políticas laborales neoliberales realizadas progresivamente
desde hace más de veinte años por los dos partidos que se reparten el poder y
cuyo principal objetivo es un endurecimiento de las condiciones laborales que
obligarán al empleado a trabajar más horas, por menos salario y en peores
condiciones en beneficio de grandes empresas que poco a poco invaden todos los
territorios económicos hundiendo a las compañías más pequeñas y débiles,
principalmente a las de tipo familiar que ya no pueden competir contra el comercio
y la industria china, las grandes superficies, las cadenas y las empresas
multinacionales. Este tipo de compañías supranacionales en manos de oscuros
consejos anónimos y en las que se entrelazan intereses bancarios y políticos
son las grandes beneficiadas de la crisis, de la situación de paro y de la llegada
de inmigración masiva. Mientras exista una situación de paro e inseguridad
laboral con la ayuda de las legislaciones de nuestros cobardes representantes
políticos, podrán imponer progresivamente condiciones cada vez más vergonzosas
y miserables a nuestros trabajadores.
Y la situación de
paro permanecerá mientras no se aborden nuevas políticas económicas en las que
prime la seguridad laboral y el aumento de salarios cuya consecuencia lógica
será un mayor aumento del consumo y por lo tanto una recuperación económica.
Pero ello no se llevará a cabo mientras mantengamos a una población inmigrante
del todo inasumible y se acabe con las cifras de paro. Una actuación para el
fomento del empleo local para los habitantes autóctonos de las localidades, la
recuperación de la agricultura de multicultivos y su transformación ecológica,
fomento y recuperación de la industria nacional, un consumo responsable, inteligente y localizado, creación de fuertes medidas
arancelarias que protejan la producción europea y garanticen el consumo de la
misma en los territorios europeos, o la prohibición de la deslocalización industrial, serían medidas necesarias para reactivar la
situación económica y laboral. Completarían estas medidas la creación de
agencias efectivas de control, vigilancia, fomento y seguridad laboral y de
autoridades para la efectiva persecución de la especulación, la usura y la
corrupción en cualquier nivel. Una situación saneada del mundo laboral y de la
economía nacional debería tener como consecuencia un mayor poder adquisitivo de
los trabajadores, un equilibrio fiscal, un descenso del gasto social y un
resurgimiento de las empresas locales y familiares que propiciarían un mayor
consumo y un mayor tiempo libre de los empleados que podrían dedicar a un ocio
sano y cultural y a la vida familiar, que junto a una adecuada política de
ayuda a las familias revertiría también en una recuperación de nuestra
gravemente amenazada natalidad y de los valores educativos que deberían
caracterizar a nuestra sociedad y que redundarían en una mejor convivencia social
y en una alegre motivación de trabajar por nuestra comunidad popular, ese
Estado hoy inexistente, corrompido, diezmado y desmantelado que entre todos
debemos recuperar.
Estas son solo
algunas de las reflexiones sobre como deberíamos autogestionarnos en este mundo
en crisis. Pero el 1 de Mayo, como los demás días del calendario, no debe ser únicamente
motivo de reflexión, pensamiento y crítica. Como identitarios debemos ejercer
un comportamiento acorde con esta línea de ruptura, un comportamiento que debe
extenderse al resto de la población, ser
concientes de que hoy el Estado es solo un reflejo de la forma de ser y actuar
de nuestros conciudadanos y la prueba de que hemos cedido a sus ilegítimas
imposiciones. Hemos de actuar en consecuencia, imaginar soluciones reales,
darlas a conocer a nuestro pueblo y llevarlas a la práctica a través de una
acción política firme y realista. No limitarnos a sobrevivir, sino afirmar el
Derecho de nuestro Pueblo a existir como sujeto de la Historia. Conformarse,
divagar, ceder, dudar o claudicar en un tema tan esencial es colaborar con los
que se mueven día a día para convertirnos en esclavos grises al servicio de su
oscuro capitalismo mundialista. No podemos perder un día más.
Nos jugamos
nuestro futuro.