No es ningún secreto. La natalidad española ha caído en picado en los últimos cuarenta años, un descenso parejo al del resto de los pueblos europeos. Sin embargo, como en tantas otras cosas, la situación en España, es mucho peor que en países como Francia, Suiza, Alemania o las naciones escandinavas, donde si existen ciertas políticas de sustento a la natalidad. Si según el Instituto Nacional de Estadística, las madres españolas tenían un promedio de 2,24 nacimientos en 1970, la tasa fue reduciéndose en los años sucesivos, pasando a un 1,25 en 1991, 1,16 en 1997 y llegando al 1,07 en 1999, la tasa más baja de nuestra historia. Algo de lo que todavía no hemos sabido recuperarnos. Y decimos que no nos hemos sabido recuperar, porque a pesar de de haber pasado al 1,32 en 2004 (en el resto de Europa 1,5) y ascender al 1,39 de los últimos dos años, se trata de datos ficticios, ya que alrededor del 20% de dichos nacimientos corresponden a madres no europeas, encabezando la lista las mujeres magrebíes y ecuatorianas, al coincidir el comienzo de esta supuesta recuperación de la natalidad con la llegada masiva de diversas oleadas de inmigrantes extraeuropeos a España, una llegada propiciada por unos poderes políticos que no han hecho nada para que nuestras familias crecieran. Nos encontramos pues en este momento con un doble problema, a la falta de recuperación de nacimientos de niños autóctonos, se suma el aumento de nacimientos de niños de procedencia no-europea, nacimientos que igualan e incluso superan a los de españoles aún siendo –todavía – minoritaria la población inmigrante. Por lo tanto nos encontramos con un proceso de sustitución demográfica, más que de descenso de natalidad, una circunstancia que compromete gravemente el futuro de la existencia de nuestra identidad tal como la conocemos. Es necesario abordar las principales causas de esta situación que de no remediarse, claramente desembocará en un desastre demográfico que transformará gravemente el paisaje étnico, social y cultural de nuestra tierra. Una vez analizadas las causas, llegaremos a las únicas soluciones posibles.
En primer lugar, cabría mencionar el proceso de contaminación ideológica que sufrieron las sociedades europeas a partir de los años sesenta, con cierto retraso en España, cuando comienzan a calar con fuerza las ideologías de matriz mundialista expresadas por la llamada “nueva izquierda” pero que penetraron progresivamente entre los partidos políticos dominantes, tanto del ámbito de la izquierda, como de ciertos sectores de la derecha. En este caso, el origen del adoctrinamiento propagandístico de la población llegará de manos del comunismo oligárquico cuyo objetivo es la uniformización mundial mediante las estructuras dominantes de la finanza, de la política y de la estrategia, y que se expanderá rapidamente al resto de partidos sistémicos. El feminismo y las falsas ideas de “igualdad de la mujer”-una igualdad a la que solo se puede llegar desde presupuestos radicalmente diferentes- propiciaron la implantación en la mentalidad de una gran parte de la población de una falta de reconocimiento social por la importante labor de la madre en el hogar. Según estas nuevas ideas, la mujer no podría “realizarse” sino trabajaba fuera de casa, y con ello se despreciaba la tan importante atención al hogar y a la educación de los hijos, que para el nuevo pensamiento “progresista” carecía de todo valor. En este sentido hay que entender los “ejemplos” de dos importantes mandatarias españolas de los últimos años, una de izquierdas-Carme Chacón-, y la otra de derechas-Soraya Sáenz de Santamaría-, al incorporarse a sus cargos públicos inmediatamente después de dar a luz a su primer hijo, sin dedicar si quiera unos meses a uno de los momentos más maravillosos que una mujer pueda tener en su vida, anteponiendo sus respectivos trabajos al cuidado de sus hijos. Un triste ejemplo que hoy siguen muchas mujeres, unas por devoción y otras por obligación. Y es que con el tiempo, la involución económica ha creado una nueva situación, hoy las madres, quieran o no quieran, deben trabajar para poder mantener un ritmo de vida impuesto poco a poco. Trabajar fuera del hogar se convierte, poco a poco, en una especie de necesidad económica. En cualquier caso con los mismos resultados.
Claramente asociado a la situación de prioridad de la realización en el trabajo asalariado de las mujeres frente a la natalidad, la edad en la que las mujeres españolas tienen su primer hijo aumenta de manera significativa, llegando a los 35 años de los últimos años y ello redunda claramente en el número de hijos. Las españolas dedican sus mejores años, y también sus momentos de mayor fertilidad, a estudiar, completar estudios y formación, hacerse un hueco en el mundo laboral, y asentarse en su carrera profesional, trasladando a edades cada vez más tardías el momento de su maternidad, y una vez llegan a este paso, dedican un tiempo mínimo a la educación y cuidado de sus hijos, y esto, nos guste o no, redunda de forma muy negativa en la natalidad de nuestro Pueblo y en la calidad humana de nuestros hijos.
En el mismo contexto de contaminación ideológica aparece otra de las causas del descenso de natalidad europea: el aborto. Las nuevas ideas de emancipación femenina imponen la creencia de que una mujer es libre para disponer de su "cuerpo" – concepto en el que incluyen la vida del no nacido- en aras de sus propios intereses. En este sentido, la carrera profesional, la comodidad social, la comodidad personal o incluso la estética corporal, pueden ser motivos o coartadas para acabar con la vida del ser no nacido que llevan en sus entrañas. Surge así en el pensamiento feminista radical –perfectamente arraigado hoy en todos los partidos de izquierda- la reivindicación del llamado aborto libre. Un viejo objetivo del progresismo mundialista que empieza a tomar cuerpo en las diferentes leyes del aborto y que en nuestro país culmina en una legislación aprobada por el último gobierno socialista de aborto practicamente libre. Las consecuencias en nuestro país: 122.242 interrupciones voluntarias del embarazo en el año 2010, por poner un solo ejemplo. 1 aborto cada 5 embarazos. Fatalmente, son también las mujeres autóctonas las que más abortan.
Los ataques descarados de determinado pensamiento progresista a la familia tradicional como célula natural de convivencia y base de cualquier sociedad minimamente sana completarían la orquestada agresión que desde las ideologías dominantes se ha llevado a cabo contra la natalidad autóctona y el modo de vida de nuestro Pueblo.
A esta situación, se une un nuevo problema, poco estudiado y bastante silenciado. Se trata del alarmante aumento de la infertilidad durante los últimos 15 años, una situación que –también-afecta doblemente a los pueblos europeos que al resto del mundo. Según la Sociedad Española de Fertilidad, alrededor del 18% de las parejas españolas no son fértiles. El problema de la fertilidad que afecta a hombres y mujeres por igual se ha agravado durante los últimos años y convertido en una creciente lacra para los pueblos europeos, siendo una importante parte de casos, de "causas desconocidas". Se piensa cada vez con mayores argumentos de peso, que el retraso de la edad de maternidad, la incorporación masiva de la mujer al trabajo, los altos niveles de estrés laboral, el uso desmesurado de aparatos electrónicos, el abuso de tóxicos, la desnaturalización alimenticia y la contaminación ambiental tienen un importante papel en una infertilidad que afecta principalmente a los pueblos más “desarrollados” y que viven en un sistema capitalista-consumista. Esto es, los pueblos europeos.
En los últimos cuarenta años, ningún gobierno ni institución política española se ha preocupado por el descenso de la natalidad , ni tomado medidas para remediarlo. La natalidad europea, una de las más fértiles y potentes de la historia se ha hundido primeramente por la implantación del individualismo egoísta y por la claudicación de los europeos ante políticas suicidas. En segundo lugar, por el avance brutal de un modo de vida y pensamiento altamente tóxico mantenido por un sistema dictatorial en el que medios de comunicación, gobiernos, grupos de presión, medios de producción, sindicatos y partidos políticos, trabajan en un mismo sentido: la total esclavización de los Pueblos. Y en tercer lugar por la descarada ausencia de una política radical de protección de la natalidad y la familia. Unas medidas que brillan por su ausencia en los programas de los partidos políticos hoy dominantes.
Debido a estas políticas suicidas hoy toleradas y votadas por nuestros compatriotas, España perderá en los próximos diez años 500.000 habitantes. Perfectamente conocedoras de esta situación demográfica, las instituciones gobernantes no solo no actúan contra este suicidio demográfico sino que lo acrecientan. Durante el pasado gobierno socialista se han eliminado las escasas y paupérrimas ayudas económicas a las familias con hijos, algo que contrasta con el despilfarro económico de los dirigentes políticos y bancarios y con el importante gasto social de ayuda a la integración de los inmigrantes, unas ayudas para la natalidad, que estamos seguros no volverán con el nuevo gobierno recortador del PP. En lo que respecta al problema de la infertilidad, ninguno de los dos partidos con posibilidad de gobernar han incluido en sus programas políticos de investigación médica sobre este grave problema sanitario o programas de agilización del anquilosado e ineficaz sistema de adopciones, y para colmo, la nueva ministra de sanidad Ana Mato ha declarado recientemente que “el Estado no sufragará los gastos de los tratamientos de fertilidad”, un nuevo golpe a las parejas que deseen tener hijos y tengan algún tipo de problema de infertilidad, un mal que como sabemos afecta principalmente a madres y padres autóctonos que en el caso de querer tener hijos solo podrán hacerlo a través de las clínicas privadas e importantes gastos- una media de 7000 euros- a los que muchísimas familias envueltas en la crisis y en las reducciones salariales crecientes no podrán ya acogerse.
El resultado de todo esto, una nueva caída de la natalidad autóctona, que posiblemente se acerque a los niveles del año 1999. Por ello, un grupo de sociólogos, economistas, politólogos y juristas presentaron en abril del año pasado el informe “Anuario 2010. Inmigración y crisis económica. Impactos actuales y perspectivas de futuro” llegando a la conclusión de que en breve se presentará un nuevo descenso de natalidad que revertirá a partir del año 2015, año en el que se producirá un supuesto crecimiento económico – veremos en que condiciones- que provocará una nueva oleada de inmigración en nuestro país para cubrir de forma rápida el vacío demográfico. Se trata de la misma cantinela que nos vienen vendiendo los voceros del sistema a través de diferentes fundaciones y organismos subvencionados: “La inmigración es necesaria debido al descenso de natalidad”. Terrorífico.
Este es el futuro, o mejor no-futuro, que nos espera. Una situación, que de no revertir de forma inmediata amenaza la existencia de nuestra identidad y forma de vida en, a lo sumo, dos generaciones.
Sin embargo, aún estamos a tiempo de cambiarla. No nos hagamos ilusiones, tenemos poco tiempo y menos oportunidades, pero no es imposible. Además de una concienciación individual de actuación cotidiana y de cambios de formas de vida y consumo totalmente necesaria-la "crisis" nos ayudará en ello-, la presencia en las instituciones políticas de un partido de vocación identitaria es del todo fundamental frente a las formaciones políticas asentadas en el poder que sustentan políticas demográficas suicidas. El partido identitario deberá dotar sus programas de forma prioritaria, tal como ya lo hace en nuestro país Plataforma per Catalunya, o en Italia Casa Pound con la proposición de ley “Tempo di essere madri”, de propuestas de defensa e incentivación de la natalidad autóctona: ayudas económicas y premios a las familias autóctonas por el nacimiento de hijos, sostén y garantía para su educación, políticas efectivas de conciliación familiar, persecución legal a las empresas que no contratan a mujeres embarazadas o presionan a sus empleadas para que no tengan hijos, aumento importante en el tiempo del permiso de maternidad con posibilidad de reducción horaria para las madres trabajadoras sufragada por el Estado durante los primeros diez años de vida del niño, premio salarial para los padres de las familias que decidan la salida del mundo laboral de uno de los miembros de la unidad familiar para dedicarse al cuidado de los hijos, restricción drástica de la legislación abortiva que solo deberá llevarse a cabo en presupuestos muy puntuales y necesarios como los casos de malformación o peligro de la vida de la madre, orientación a las madres solteras autóctonas, creación de una agencia estatal de adopción que agilice la entrega inmediata de los recién nacidos autóctonos no deseados a las familias infértiles que deseen adoptar, evitando largas listas de espera o reclusiones en orfanatos, promover la investigación de alto nivel en los problemas de infertilidad y dedicar más recursos a los tratamientos de infertilidad mientras no se solvente dicho problema, son algunas de las propuestas que de forma urgente han de ser incorporados a las políticas de natalidad de este país. Las asociaciones identitarias deben llevar a la calle y a la opinión pública este tipo de propuestas en colaboración con los partidos identitarios con peso político y social.
No nos engañemos. O se consigue trasladar la gravedad de este problema a la población, y las propuestas de lucha contra el mismo a las instituciones políticas para llevarlas a cabo, o no tenemos futuro como Pueblo. No nos cansaremos de repetirlo, nuestro país desaparece en medio de una Europa que se muere. Vivimos en un país donde el pensamiento dominante presenta como un gran logro social la falsa capacidad de integrar contingentes no necesarios de inmigrantes de culturas diversas, la posibilidad de realizar operaciones de cambio de sexo pagadas por la seguridad social o que las parejas gays se puedan casar y las niñas de 14 años abortar sin que sus padres se enteren , un país asolado por la corrupción que gasta ingentes cantidades de dinero en facilitar la integración de inmigrantes que no necesitamos y donde los directivos bancarios y los políticos se enriquecen a costa de un pueblo al que le piden cada día más privaciones y sacrificios, pero a cambio, no hay dinero para incentivar la natalidad, ni tan siquiera para mantener la que ya tenemos. Es totalmente necesario luchar contra la lacra del sistema mundialista y sus servidores, los partidos políticos, medios de comunicación y sindicatos en el poder y afirmarnos como pueblo haciendo oir nuestras propuestas y llevándolas a cabo, dentro y fuera de las instituciones. La solución está en nuestra mano, la lucha por la natalidad autóctona frente a las políticas traidoras y suicidas del poder ha de ser una de las reivindicaciones más urgentes y protagonistas de nuestro trabajo. No hay otra opción, si queremos seguir existiendo y garantizar nuestra forma de vida no debemos dejar pasar por alto este grave problema. Nuestro Pueblo se muere. Hay que responder.