Ardieron vivos en el incendio de su casa perpetrado hace treinta y nueve años por los justicieros de clase. Vástagos de la alta burguesía que en nombre del proletariado eliminaban a proletarios porque eran fascistas.
El odio y el linchamiento, herederos del delirio partisano, fueron alimentados por las instituciones, los diarios y las comparsas del antifascismo.
Sus asesinos permanecen impunes.
Stefano y Virgilio nos miran desde arriba. Demasiados de nosotros, en cambio, miramos ya solamente hacia la tierra.