BAJO LAS ALFOMBRAS VOLADORAS. Por Gabriele Adinolfi.
Desde que el líder iraní Ahmadinejad asumió atraer hacia sí los focos merced a fanfarronadas de cuño anti-israelí, he hecho notar que el tema no está claro del todo claro. La mía no era una toma de posición anti-iraní, sino una invitación a no dejarse arrastrar emocionalmente por esquemas diseñados en escritorios.
Esquemas dualistas, teológicos y abstractos que, de ordinario, sólo sirven para reforzar a la oligarquía dominante. Sea la que sea. No volveré a hacer el elenco de todos los elementos que atestiguan el cínico realismo iraní y la sustancial conducción «soviética» de las relaciones con los diferentes «Gran Satán»: sería superfluo. Intento subrayar el hecho de que el Irán, al igual que todos los sujetos que quisiéramos antagonistas de la Superpotencia (de China a Rusia) se ocupa de lo suyo y que su clase dirigente no me parece tan diferente de las nuestras. Cierto, razonando como tifosi la cuestión aparece bajo una luz diferente. Un líder que dice que Israel no debe existir y que el Holocausto quizá sea una invención puede parecer, a quien habite aquí, un caballero que ha lanzado un valiente reto a lo politically correct. Lástima que en aquellas partes las cosas estén a la inversa que en las nuestras. Decir lo que ha dicho Ahmadinejad significa acariciar el cabello de la opinión pública de su zona de influencia: si hubiese hecho afirmaciones finianas se habría colocado fuera de juego el solo. No sé si –a la inversa– un Ahmadinejad europeo se habría puesto a exaltar a Israel, pero estoy seguro de que todos los Fini, los Prodi, los Zapatero, los Blair iraníes y árabes habrían utilizado, allí, las palabras de Ahmadinejad porque, al menos a corto plazo, son los que resultan. Mucho más cuando el Irán debe hacerse perdonar por el mundo árabe el papel sanguinario jugado en la imposición en Irak del gobierno títere de Jalal Talabani in perfecto acuerdo (objetivo cuanto menos) con Londres, Washington y Tel Aviv.
No es ésta una afirmación anti-iraní sino anti-autohipnótica: lo que es algo muy diferente. Tanto es así que afirmaba, y continúo afirmando, que en caso de que el Irán se encontrase verdaderamente amenazado por el partido atlántico, lo defendería; prescindiendo de sus ambigüedades, de sus evidentes carencias y del hecho de que su sistema nos guste o no. Y a mí no me gusta.
Superar la auto-hipnosis era el núcleo de mi discurso. Una auto-hipnosis tan fuerte que no se ha querido ver (o se apresura a negar, a pesar de las afirmaciones oficiales de Jalal Talabani y del propio Ahmadinejad) el papel imperialista y objetivamente pro-occidentalista jugado por el Irán en Irak. La Italia de Berlusconi y la España de Aznar han sido mucho menos activas en el desmembramiento iraquí y, sin embargo, han sido crucificadas por las mismas minorías «antagonistas» que «no ven» e incluso «justifican» el aparato represivo iraní. «Yo no veo, no siento, no hablo»: éste es el mensaje de los tres monitos que no son sino los débiles y fanatizados celotes de cualquier sanedrín; y subrayo cualquier.
Con esta filosofía no se va a ningún lado y sobre todo no se nos sitúa en ningún lugar que en no sea en el virtual, falto de consistencia.
Esquemas dualistas, teológicos y abstractos que, de ordinario, sólo sirven para reforzar a la oligarquía dominante. Sea la que sea. No volveré a hacer el elenco de todos los elementos que atestiguan el cínico realismo iraní y la sustancial conducción «soviética» de las relaciones con los diferentes «Gran Satán»: sería superfluo. Intento subrayar el hecho de que el Irán, al igual que todos los sujetos que quisiéramos antagonistas de la Superpotencia (de China a Rusia) se ocupa de lo suyo y que su clase dirigente no me parece tan diferente de las nuestras. Cierto, razonando como tifosi la cuestión aparece bajo una luz diferente. Un líder que dice que Israel no debe existir y que el Holocausto quizá sea una invención puede parecer, a quien habite aquí, un caballero que ha lanzado un valiente reto a lo politically correct. Lástima que en aquellas partes las cosas estén a la inversa que en las nuestras. Decir lo que ha dicho Ahmadinejad significa acariciar el cabello de la opinión pública de su zona de influencia: si hubiese hecho afirmaciones finianas se habría colocado fuera de juego el solo. No sé si –a la inversa– un Ahmadinejad europeo se habría puesto a exaltar a Israel, pero estoy seguro de que todos los Fini, los Prodi, los Zapatero, los Blair iraníes y árabes habrían utilizado, allí, las palabras de Ahmadinejad porque, al menos a corto plazo, son los que resultan. Mucho más cuando el Irán debe hacerse perdonar por el mundo árabe el papel sanguinario jugado en la imposición en Irak del gobierno títere de Jalal Talabani in perfecto acuerdo (objetivo cuanto menos) con Londres, Washington y Tel Aviv.
No es ésta una afirmación anti-iraní sino anti-autohipnótica: lo que es algo muy diferente. Tanto es así que afirmaba, y continúo afirmando, que en caso de que el Irán se encontrase verdaderamente amenazado por el partido atlántico, lo defendería; prescindiendo de sus ambigüedades, de sus evidentes carencias y del hecho de que su sistema nos guste o no. Y a mí no me gusta.
Superar la auto-hipnosis era el núcleo de mi discurso. Una auto-hipnosis tan fuerte que no se ha querido ver (o se apresura a negar, a pesar de las afirmaciones oficiales de Jalal Talabani y del propio Ahmadinejad) el papel imperialista y objetivamente pro-occidentalista jugado por el Irán en Irak. La Italia de Berlusconi y la España de Aznar han sido mucho menos activas en el desmembramiento iraquí y, sin embargo, han sido crucificadas por las mismas minorías «antagonistas» que «no ven» e incluso «justifican» el aparato represivo iraní. «Yo no veo, no siento, no hablo»: éste es el mensaje de los tres monitos que no son sino los débiles y fanatizados celotes de cualquier sanedrín; y subrayo cualquier.
Con esta filosofía no se va a ningún lado y sobre todo no se nos sitúa en ningún lugar que en no sea en el virtual, falto de consistencia.
Terza Posizione y el marco internacional.
Las primogenituras valen poco. Tanto es así que el mundialismo fue descubierto por la derecha revolucionaria desde 1944, ha sido denunciado de manera documentada por la derecha radical a partir de los años ochenta, pero después ha sido la izquierda la que se ha apropiado de la etiqueta no global. Lo que demuestra que las cosas se mueven y que la dinámica prevalece sobre el copy right.
No obstante, a pesar de ello, las anticipaciones explícitas de ciertos temas atestiguan y demuestran un espíritu y una mentalidad y es bueno recordarlas.
Terza posizione fue original pero no inventó nada. En su imaginario cuadro revolucionario internacional retomó y adaptó anticipaciones de Jean Thiriart, de Lotta di Popolo y del Grece francés (la Nouvelle Droite) que, a su vez, procedían del proyecto de las Waffen SS y en cierta medida de Alessandro Pavolini y de Filipo Anfuso. No inventó nada pero dio una sacudida, hizo época y abrió una era.
Probablemente fue el primer movimiento que tomó posición junto a la revolución iraní desde los albores. Y lo hizo sosteniendo, a la vez, a la izquierda nacional latinoamericana (los sandinistas, los montoneros) y todos los movimientos independentistas alrededor del mundo. Había en aquel cuadro, como en todos los que se construyen sobre un escritorio, una buena dosis de irrealismo y de idealismo. Se eludía en él, por ejemplo, toda la relación mafiosa que liga más o menos a todos los grupos independentistas armados al tráfico de drogas y al partido de las multinacionales. Lo que convierte en irrealizable cualquier convergencia política objetiva no encaminada a intereses inconfesables; por tanto nuestro sueño no podía realizarse en absoluto. Nuestro ideal utópico poseía de por sí al menos tres fundamentos importantísimos.
El primero: anticipaba los tiempos definiendo la unidad sustancial del sistema como la complicidad objetiva de que ligaba entre ellos a los diferentes sujetos rivales (sobre todo a la URSS y los EE.UU).
El segundo: insistía en la virtualidad e inconsistencia del frente anti-imperialista si no se realizaba a al vez una centralidad europea sobre la que habría hecho necesariamente palanca.
El tercero: el esquema no se fundaba sobre al presunta alianza entre las clases dirigentes de regímenes sedimentados sino sobre la sinergia de movimientos sociales y revolucionarios en posesión de voluntad de poder. Era, por tanto, una utopía vitalista y enérgica, una especie de Che Guevarismo a gran escala.
Con la derrota de nuestra generación, aquellas anticipaciones «terceristas» han sufrido un proceso de cristalización ideológica y han perdido en buena parte, si no en su totalidad, los fundamentos positivos que las caracterizaban, y de manera especial su energía vital y su entusiasmo.
El post/tercerismo
No haré aquí un recorrido por las motivaciones psicoanalíticas, como la huida del fascismo y del sello del malvado o el deseo de ser «aceptados», pulsiones éstas que han caracterizado la cristalización ideológica del post/tercerismo.
Quiero recordar que, a causa de las prevenciones ideológicas, a fuerza de anti-occidentalizar, los post/terceristas han empezado a convertirse en antieuropeos y a avergonzarse de hablar de Europa. Al menos de Europa tout court. Y han tomado por oro fundido toda forma de «antagonismo» verdadero o aparente que se desarrolla en los escenarios de Matrix entre Big Brother y los diferentes sujetos menores. Tanto es así que hay quien se siente filo-integrista islámico creyendo incluso en la existencia de Osama bin Laden; hay hasta quien acepta (sea también volviéndolo al revés; pero es la mismísima cosa) el choque de civilizaciones, ignorando (o mejor, no queriendo ver) que gran parte del Islam está al lado de los Estados Unidos.
Y está, por fin, quien sueña y delinea un frente antagonista que, en nombre de la geopolítica, debería coaligar a todas las potencias en peligro (China, India, Irán, Rusia, mundo árabe).
Para que salgan las cuentas, entonces, no ignora el hecho, también para volver a la excusa inicial de este escrito, de que Irán es aliado objetivo del Big Brother en Irak. No se subraya que, Alemania y Francia, a saber, las dos potencias regionales que deberían asegurar el nacimiento del eje París-Berlín-Moscú, desde el 2001 hasta hoy no han hecho sino remar en sentido contrario. No se señala que Rusia, bajo asedio constante, ha acabado por acomodarse en varios sectores estratégicos sea con los EE. UU. sea con Israel.
Cuando se posee una visión «ideologizada» de la realidad no es posible mirarla críticamente; pero si no se le mira críticamente se está condenado a permanecer siempre cornudos y apaleados.
Y éste es el primer mensaje que he intentado hacer circular. En este mensaje está también la clave de lectura que explica mi total cambio de apreciación de una revolución, la iraní, que en 1979 estaba por hacer, en desde 1986 ha empezado a mostrar un exceso de cinismo (a mi juicio constantemente confirmado) y que en su actuación me parece haber producido un régimen más utilitarista, moralista y reaccionario que revolucionario.
Los otros mensajes enviados
El segundo mensaje que he intentado enviar es que no hay ninguna certidumbre de que la situación actual mejore. Es plausible (pero no seguro) que la gestión política del sistema capitalista multinacional del Crimen Organizado no logre mantener un vector unipolar (los EE. UU.). Lo que puede significar tanto la aparición de una nueva bipolaridad (EE. UU.-China), cuyos efectos serían devastadores, o una distribución multipolar de la gestión de algo de lo que, en cualquier caso, difícilmente, supondría un modificación en forma y alma.
En una perspectiva semejante (que sólo la «convergencia de las catástrofes» tiende a negar) debemos prepararnos para atravesar el desierto. Razón por la cual he expuesto en mi Quel domani che ci appartenne cuáles, en mi opinión, deban ser los medios y los campos de intervención para actuar. No estoy predicando resignación: todo lo contrario; estoy predicando la fuga de las ilusiones que son fuente de desilusión y desaliento.
El tercer mensaje es, por último, «ayúdate, que el cielo te ayuda». Recuperemos, al menos por nuestra parte que somos europeos, una visión eurocéntrica. Convirtámonos nosotros mismos en sujetos; a todo nivel: en el barrio, en la ciudad, en el país en el continente. Los sujetos, a saber, la personas que actúan, crean, realizan y en la misma manera que crean y concretizan se distinguen en y por la cualidad.
Lo que disgusta al castrante sentenciar de las vírgenes ideologizadas que escupen veneno sin cesar, predicando, en el nombre de la correspondencia a sistemas abstractos y «perfectos», la total inercia y la impotencia absoluta. Éstas, de hecho, no actúan sino que calumnian porque quisieran impedir todo lo que está más allá de sus propias conversaciones ácidas en circuito cerrado ¡Cómo se asemejan a aquellos que Nietzsche definió como tarántulas! Pues bien, no nos dejemos engatusar con su mezquino e ineficaz veneno y construyamos puentes hacia el porvenir.
Sólo los sujetos pueden relacionarse con otros sujetos: quien no es sujeto es sujetado. Esto vale tanto para la vida como para la política a cualquier escala, sea nacional o internacional. Narra Plutarco que los espartanos respondieron a un ateniense que se declaraba filo-lacedemonio: ¡Mejor harías en ser filo-patriota!
Eurasia o Eurosiberia y otro
Había prometido la semana pasada que aportaría estas ulteriores clarificaciones. Eran obligatorias. Así como he escrito en mi último libro que no estoy en contra de las nuevo-vétero vanguardias que hablan de Eurasia (o de Eurosiberia, hipótesis que me parece más realista); más bien las he señalado –y lo confirmo– entre las pocas cosas buenas que se ven entre las que poseen una etiqueta y una visibilidad de superficie; porque lo sumergido, gracias a los cielos, es bastante rico y prometedor.
Si parte de aquellas nuevo-vétero vanguardias se han sentido afectadas en primera persona por éste mi vehemente andar contracorriente, yerran. Sin embargo, tienen razón al sentirse punzados todos aquellos que se han construido un prisma ideológico «antagónico» porque es precisamente de todos estos prismas que precisamente de lo que estoy plenamente convencido siendo la mía, una exhortación a todos de abandonar certezas preconstituidas mediante idealizaciones figurativas exóticas (palabra de la que, para evitar equívocos, Garzanti ofrece la siguiente definición «que procede de países lejanos, especialmente de aquellos no europeos»).
Intento decir que no existe ninguna razón para ennoblecer al Irán a costa de cerrar los ojos ante esta y la «rebaba» para defenderlo, es en la medida en la que se le vea como posible víctima de la gran trituradora; así como no hay necesidad de estar del lado de la gran trituradora para poder constatar la no demasiado espléndida desnudez de la teocracia de aquella zona.
Esto resulta indispensable (en ambos casos; porque el esquema, una vez que se ha invertido, permanece idéntico) a aquellos que no piensan ante todo caminar con sus propias piernas. Irán o no, la cuestión de la hipótesis europea o eurosiberiana (la eurásica me parece en realidad fantasiosa) no se pone en cuestión aquí. Son años los que vengo repitiendo que entre los modelos agregadores y movilizadores ésta posee precisamente una función indispensable. Pero como todo proyecto, es secundario respecto al sujeto.
Si se quiere legar a ser esta o aquella cosa se debe ante todo existir. Y éste es el núcleo de la cuestión. Se ha dejado de existir, y cuando se desea hacerlo se tiene la indecente tendencia a imaginarse como el reflejo telemático de un sujeto lejano.
Ser sujeto, aquí y ahora, hic et nunc, es por el contrario, la conditio sine qua non.
Insisto sobre esto y por esto –porque el sujeto posee ojos de águila y corazón de león– repito que es un deber, e incluso bello, ver tras el velo cuánta suciedad se esconde detrás de ídolos construidos a distancia. No para «deslegitimarlos», porque pueden incluso ser considerados «aliados» (y obsérvese que falta todavía de quién: a saber, nosotros).
Si insisto es para estimular a que se adquiera independencia de juicio para ser lo contrario de tifosi del «proceso del lunes». Lo que obviamente desagradará a muchos que se han construido una existencia «antagonista» haciendo de críticos de fútbol, pero total: bajemos al campo y empecemos a dar balonazos.
Las primogenituras valen poco. Tanto es así que el mundialismo fue descubierto por la derecha revolucionaria desde 1944, ha sido denunciado de manera documentada por la derecha radical a partir de los años ochenta, pero después ha sido la izquierda la que se ha apropiado de la etiqueta no global. Lo que demuestra que las cosas se mueven y que la dinámica prevalece sobre el copy right.
No obstante, a pesar de ello, las anticipaciones explícitas de ciertos temas atestiguan y demuestran un espíritu y una mentalidad y es bueno recordarlas.
Terza posizione fue original pero no inventó nada. En su imaginario cuadro revolucionario internacional retomó y adaptó anticipaciones de Jean Thiriart, de Lotta di Popolo y del Grece francés (la Nouvelle Droite) que, a su vez, procedían del proyecto de las Waffen SS y en cierta medida de Alessandro Pavolini y de Filipo Anfuso. No inventó nada pero dio una sacudida, hizo época y abrió una era.
Probablemente fue el primer movimiento que tomó posición junto a la revolución iraní desde los albores. Y lo hizo sosteniendo, a la vez, a la izquierda nacional latinoamericana (los sandinistas, los montoneros) y todos los movimientos independentistas alrededor del mundo. Había en aquel cuadro, como en todos los que se construyen sobre un escritorio, una buena dosis de irrealismo y de idealismo. Se eludía en él, por ejemplo, toda la relación mafiosa que liga más o menos a todos los grupos independentistas armados al tráfico de drogas y al partido de las multinacionales. Lo que convierte en irrealizable cualquier convergencia política objetiva no encaminada a intereses inconfesables; por tanto nuestro sueño no podía realizarse en absoluto. Nuestro ideal utópico poseía de por sí al menos tres fundamentos importantísimos.
El primero: anticipaba los tiempos definiendo la unidad sustancial del sistema como la complicidad objetiva de que ligaba entre ellos a los diferentes sujetos rivales (sobre todo a la URSS y los EE.UU).
El segundo: insistía en la virtualidad e inconsistencia del frente anti-imperialista si no se realizaba a al vez una centralidad europea sobre la que habría hecho necesariamente palanca.
El tercero: el esquema no se fundaba sobre al presunta alianza entre las clases dirigentes de regímenes sedimentados sino sobre la sinergia de movimientos sociales y revolucionarios en posesión de voluntad de poder. Era, por tanto, una utopía vitalista y enérgica, una especie de Che Guevarismo a gran escala.
Con la derrota de nuestra generación, aquellas anticipaciones «terceristas» han sufrido un proceso de cristalización ideológica y han perdido en buena parte, si no en su totalidad, los fundamentos positivos que las caracterizaban, y de manera especial su energía vital y su entusiasmo.
El post/tercerismo
No haré aquí un recorrido por las motivaciones psicoanalíticas, como la huida del fascismo y del sello del malvado o el deseo de ser «aceptados», pulsiones éstas que han caracterizado la cristalización ideológica del post/tercerismo.
Quiero recordar que, a causa de las prevenciones ideológicas, a fuerza de anti-occidentalizar, los post/terceristas han empezado a convertirse en antieuropeos y a avergonzarse de hablar de Europa. Al menos de Europa tout court. Y han tomado por oro fundido toda forma de «antagonismo» verdadero o aparente que se desarrolla en los escenarios de Matrix entre Big Brother y los diferentes sujetos menores. Tanto es así que hay quien se siente filo-integrista islámico creyendo incluso en la existencia de Osama bin Laden; hay hasta quien acepta (sea también volviéndolo al revés; pero es la mismísima cosa) el choque de civilizaciones, ignorando (o mejor, no queriendo ver) que gran parte del Islam está al lado de los Estados Unidos.
Y está, por fin, quien sueña y delinea un frente antagonista que, en nombre de la geopolítica, debería coaligar a todas las potencias en peligro (China, India, Irán, Rusia, mundo árabe).
Para que salgan las cuentas, entonces, no ignora el hecho, también para volver a la excusa inicial de este escrito, de que Irán es aliado objetivo del Big Brother en Irak. No se subraya que, Alemania y Francia, a saber, las dos potencias regionales que deberían asegurar el nacimiento del eje París-Berlín-Moscú, desde el 2001 hasta hoy no han hecho sino remar en sentido contrario. No se señala que Rusia, bajo asedio constante, ha acabado por acomodarse en varios sectores estratégicos sea con los EE. UU. sea con Israel.
Cuando se posee una visión «ideologizada» de la realidad no es posible mirarla críticamente; pero si no se le mira críticamente se está condenado a permanecer siempre cornudos y apaleados.
Y éste es el primer mensaje que he intentado hacer circular. En este mensaje está también la clave de lectura que explica mi total cambio de apreciación de una revolución, la iraní, que en 1979 estaba por hacer, en desde 1986 ha empezado a mostrar un exceso de cinismo (a mi juicio constantemente confirmado) y que en su actuación me parece haber producido un régimen más utilitarista, moralista y reaccionario que revolucionario.
Los otros mensajes enviados
El segundo mensaje que he intentado enviar es que no hay ninguna certidumbre de que la situación actual mejore. Es plausible (pero no seguro) que la gestión política del sistema capitalista multinacional del Crimen Organizado no logre mantener un vector unipolar (los EE. UU.). Lo que puede significar tanto la aparición de una nueva bipolaridad (EE. UU.-China), cuyos efectos serían devastadores, o una distribución multipolar de la gestión de algo de lo que, en cualquier caso, difícilmente, supondría un modificación en forma y alma.
En una perspectiva semejante (que sólo la «convergencia de las catástrofes» tiende a negar) debemos prepararnos para atravesar el desierto. Razón por la cual he expuesto en mi Quel domani che ci appartenne cuáles, en mi opinión, deban ser los medios y los campos de intervención para actuar. No estoy predicando resignación: todo lo contrario; estoy predicando la fuga de las ilusiones que son fuente de desilusión y desaliento.
El tercer mensaje es, por último, «ayúdate, que el cielo te ayuda». Recuperemos, al menos por nuestra parte que somos europeos, una visión eurocéntrica. Convirtámonos nosotros mismos en sujetos; a todo nivel: en el barrio, en la ciudad, en el país en el continente. Los sujetos, a saber, la personas que actúan, crean, realizan y en la misma manera que crean y concretizan se distinguen en y por la cualidad.
Lo que disgusta al castrante sentenciar de las vírgenes ideologizadas que escupen veneno sin cesar, predicando, en el nombre de la correspondencia a sistemas abstractos y «perfectos», la total inercia y la impotencia absoluta. Éstas, de hecho, no actúan sino que calumnian porque quisieran impedir todo lo que está más allá de sus propias conversaciones ácidas en circuito cerrado ¡Cómo se asemejan a aquellos que Nietzsche definió como tarántulas! Pues bien, no nos dejemos engatusar con su mezquino e ineficaz veneno y construyamos puentes hacia el porvenir.
Sólo los sujetos pueden relacionarse con otros sujetos: quien no es sujeto es sujetado. Esto vale tanto para la vida como para la política a cualquier escala, sea nacional o internacional. Narra Plutarco que los espartanos respondieron a un ateniense que se declaraba filo-lacedemonio: ¡Mejor harías en ser filo-patriota!
Eurasia o Eurosiberia y otro
Había prometido la semana pasada que aportaría estas ulteriores clarificaciones. Eran obligatorias. Así como he escrito en mi último libro que no estoy en contra de las nuevo-vétero vanguardias que hablan de Eurasia (o de Eurosiberia, hipótesis que me parece más realista); más bien las he señalado –y lo confirmo– entre las pocas cosas buenas que se ven entre las que poseen una etiqueta y una visibilidad de superficie; porque lo sumergido, gracias a los cielos, es bastante rico y prometedor.
Si parte de aquellas nuevo-vétero vanguardias se han sentido afectadas en primera persona por éste mi vehemente andar contracorriente, yerran. Sin embargo, tienen razón al sentirse punzados todos aquellos que se han construido un prisma ideológico «antagónico» porque es precisamente de todos estos prismas que precisamente de lo que estoy plenamente convencido siendo la mía, una exhortación a todos de abandonar certezas preconstituidas mediante idealizaciones figurativas exóticas (palabra de la que, para evitar equívocos, Garzanti ofrece la siguiente definición «que procede de países lejanos, especialmente de aquellos no europeos»).
Intento decir que no existe ninguna razón para ennoblecer al Irán a costa de cerrar los ojos ante esta y la «rebaba» para defenderlo, es en la medida en la que se le vea como posible víctima de la gran trituradora; así como no hay necesidad de estar del lado de la gran trituradora para poder constatar la no demasiado espléndida desnudez de la teocracia de aquella zona.
Esto resulta indispensable (en ambos casos; porque el esquema, una vez que se ha invertido, permanece idéntico) a aquellos que no piensan ante todo caminar con sus propias piernas. Irán o no, la cuestión de la hipótesis europea o eurosiberiana (la eurásica me parece en realidad fantasiosa) no se pone en cuestión aquí. Son años los que vengo repitiendo que entre los modelos agregadores y movilizadores ésta posee precisamente una función indispensable. Pero como todo proyecto, es secundario respecto al sujeto.
Si se quiere legar a ser esta o aquella cosa se debe ante todo existir. Y éste es el núcleo de la cuestión. Se ha dejado de existir, y cuando se desea hacerlo se tiene la indecente tendencia a imaginarse como el reflejo telemático de un sujeto lejano.
Ser sujeto, aquí y ahora, hic et nunc, es por el contrario, la conditio sine qua non.
Insisto sobre esto y por esto –porque el sujeto posee ojos de águila y corazón de león– repito que es un deber, e incluso bello, ver tras el velo cuánta suciedad se esconde detrás de ídolos construidos a distancia. No para «deslegitimarlos», porque pueden incluso ser considerados «aliados» (y obsérvese que falta todavía de quién: a saber, nosotros).
Si insisto es para estimular a que se adquiera independencia de juicio para ser lo contrario de tifosi del «proceso del lunes». Lo que obviamente desagradará a muchos que se han construido una existencia «antagonista» haciendo de críticos de fútbol, pero total: bajemos al campo y empecemos a dar balonazos.
Fuente: InfoKrisis, año 2009.