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jueves, 28 de octubre de 2010

POR UNA EUROPA LIBRE. RELECTURA DE LA "GRAN NACIÓN" DE JEAN THIRIART.Por Adriano Scianca




RELECTURA DE “LA GRAN NACIÓN” DE JEAN THIRIART. Por Adriano Scianca


http://thiriart.wordpress.com/


(de Orion 236, mayo 2004; y la Nazione Eurasia diciembre 2004)

La cultura no conformista europea posterior a 1945 presenta pocas figuras verdaderamente fundamentales. Una de éstas es seguramente Jean Thiriart, distinguido padre del europeismo nacional revolucionario. Thiriart ha contribuido de forma esencial en la formulación de los temas centrales de nuestra visión del mundo, basta pensar en el mito de la Europa unida, aliada de los pueblos del Tercer Mundo y enemiga irreductible de los USA o en la definición del concepto de “mundialismo” término del cual el ideólogo belga fue probablemente también el inventor. Releer a Thiriart, hoy en 2004, cuando la anaconda estadounidense rodea Eurasia y se oyen, cada vez más alto, los cantos embaucadores de las sirenas del “choque de civilizaciones” es casi un deber. Para descubrir nuestras mejores raíces, para echar una mirada revolucionaria sobre el presente y sobre el futuro y para volver a ser, nietzscheanamente, buenos europeos.
La Grande Nazione es un texto que se remonta a los primeros años 60. A inicios de los años 90 ha sido sabia y necesariamente reeditado por Edizioni Barbarossa, con ocasión de la desaparición del autor, acaecida el 23 de noviembre de 1992, por una crisis cardiaca. Junto a “Un Imperio de 400 millones de hombres: Europa” (de la que parece que Edizioni Controcorrente esten preparando una nueva edición) el texto en cuestión es, quizá, una de las obras más famosas del pensador belga. En sesenta y cinco tesis ágiles y desenvueltas, Thiriart traza un verdadero y auténtico programa político, tocando simultáneamente tanto la concreción pragmática como la imaginación visionaria. El punto de partida del discurso thiriarista es la constatación de lo ineludible de la dimensión continental; ya en el primer punto se declara que “ya no existe, actualmente, ni independencia efectiva ni progreso posible fuera de las grandes estructuras políticas organizadas a escala continental […] Hoy, la dimensión europea es el mínimo posible para el nacionalismo europeo”. Este tipo de nacionalismo se basa en una identidad de destino requerida para un gran designio común, se funda sobre un proyecto para el porvenir.
Por lo demás “una Europa sin nacionalismo es […] imposible. Es una concepción abstracta, típica de la izquierda ”light”, contradictoria en los términos. ¿Qué es una nación sin sentimiento nacional?”. El ideal nacionalista gran-europeo se estructurará históricamente como obra de un partido revolucionario. La liberación y la unificación del continente serán obra de una estructura rigurosamente centralizada y jerarquizada de tipo leninista, dentro de la cual “los mejores europeos vivirán Europa antes del nacimiento del Estado europeo”.
Unida, armada, independiente.
¿Qué forma deberá tener la Europa del futuro? Es sabido que Thiriart fue siempre ajeno a cualquier lógica “organicista” y esto le marcó un límite ideológico, más bien estricto. Su idea de Nación Europea no puede asumir connotaciones regionalistas, federalistas o propiamente imperiales (si bien, Thiriart mismo use a veces el término “imperio”) Aquí el pensador belga es clarísimo: la Europa de las patrias, la Europa federalista podrá ser útil solamente durante una fase transitoria. La verdadera Europa del futuro deberá ser unitaria. En el paso del Estado-nación a la organización a escala continental no hay un cambio cualitativo – como por el contrario, ha intuido De Benoist, profundizando en la esencia específica de la forma imperial – sino solamente una ampliación cuantitativa. La Europa nación será un Estado más grande, y no otra cosa distinta respecto a los viejos pequeños Estados. Unitaria e indivisible la “Gran Nación” deberá estar necesariamente armada, los europeos deberán dotarse de arsenales atómicos propios como única verdadera garantía de independencia y para garantizar el equilibrio mundial. Thiriart prevé también la necesidad de la moneda única europea, lugar de paso obligatorio en el camino de la independencia: “el fin del protectorado americano pasa por supresión de la tutela del dólar y la creación de una moneda no extranjera, sino europea, basada en nuestra prodigiosa potencia económica”.
Contra los imperialismos antieuropeos.
Las partes menos actuales de La Grande Nazione resultan ser aquellas más directamente focalizadas en la situación geopolítica de la “Guerra Fría”, la época en la que Thiriart escribe y de hecho la del Muro de Berlín y de la división del viejo continente en dos bloques antagónicos. No obstante, a algunas décadas de distancia de aquellas reflexiones, podemos hoy leer en toda su sabiduría y amplitud de miras, las tomas de posición thiriaristas e incluso cotejarlas con las de los que en la época se refugiaban bajo la sotana de los ocupantes americanos contra los ocupantes rusos o viceversa. La idea fundamental de Thiriart es que apoyarse en un ocupante para combatir a otro es una posición suicida: “quien quiera la salida de los rusos debe querer también la de los americanos y viceversa”. La propia crítica de la URSS, de todas formas, viene formulada en la conciencia de que: “en tiempos más lejanos la frontera de Europa pasará indudablemente por Vladivostok” En cuanto a America, Thiriart nunca ha sufrido esa tentación occidentalista que a menudo ha contagiado a diversos exponentes del neofascismo europeo; para el fundador de Jeune Europe, la OTAN es una fuerza de ocupación de la que desembarazarse lo más pronto posible, La civilización americanomorfa es una idea totalmente carente de recursos vitales: “mañana nadie querrá morir por la plutocracia”
Derecha, izquierda y más allá.
En cuanto a los ordenamientos políticos internos, Thiriart se declaraba favorable a una democracia postliberal, no parlamentaria y por tanto no plutocrática. Es necesaria una democracia europea nacional: “nuestra democracia será directa, jerárquica, viva y hundirá sus raíces en toda la Nación” Sus reglas serán capacidad y responsabilidad. ¿Posiciones de derechas o de izquierdas? Como persona inteligente, Thiriart huía de semejantes categorías. Fiel al pensamiento de Ortega y Gasset, que veía en la derecha y en la izquierda dos formas de hemiplejía mental; rechazaba las definiciones burguesas para situarse, más bien, como la vanguardia del centro (que, “ça va sans dire”, en esta acepción no tiene nada que ver con la ciénaga democristiana o “giolittiana”…) Hoy, la auténtica distinción política fundamental es la que distingue a los partidos extranjeros del partido de los europeos. Los colaboracionistas son ante todo traidores, así como los europeístas son ante todo patriotas, prescindiendo de la ubicación política de unos y otros.
La economía de potencia.
Autarquía, independencia, potencia, dignidad social; estos son los valores de la concepción económica thiriarista. Contra los desastres de la economía utópica (marxista) y de la economía del beneficio (capitalista), hay que recurrir a la economía de la potencia que apunta al máximo desarrollo del potencial nacional y busca mantener autárquica la economía nacional, al menos en lo que respecta a los sectores estratégicos. La idea de fondo es que cuanto más poderoso e independiente es un país, más libres son sus ciudadanos. Por otra parte, sin acceso a las materias primas no hay independencia económica y sin independencia económica no hay socialismo. La construcción del socialismo precisa de una autarquía continental europea: “existen para la planificación, como para la autarquía, un valor y un volumen crítico, por debajo del cual la tentativa está destinada al fracaso […] una pequeña nación no puede elegir libremente su tipo de vida económica y social, debe tener en cuenta diversas interferencias extranjeras. De lo que resulta que cuanto más pequeña es una nación, más sometida está a las influencias extranjeras […] Ningún intento de socialismo comunitario y vital por debajo de la dimensión europea” Ni puede tener sentido un socialismo internacionalista, cosmopolita y mundialista: “La nación es el envoltorio y el socialismo su contenido” El socialismo sin la nación es una abstracción que no puede llegar lejos.
El comunitarismo.
El comunitaristo es pues un socialismo laicizado, separado de las utopías, desembarazado de los dogmas. En concreto: “el máximo de propiedad privada dentro de los límites siguientes: la no explotación del trabajo ajeno, la no ingerencia en la política por hipertrofia de la capacidad económica y la no colaboración con intereses ajenos a Europa y a su beneficio” Lo que cuenta es el dominio de la política sobre la economía. Por ello, solo la gran propiedad que puede poner en peligro la soberanía política es eliminada, mientras que la pequeña propiedad es garantizada. Fundamentalmente el derecho a la propiedad de la casa para garantizar a cada uno su propio enraizamiento en la sociedad. La política debe dirigir la economía teniendo en cuenta la organización específica de las empresas (o sea, el tipo de producción: fabricar paraguas no es lo mismo que producir alta tecnología) y de su reglamentación dimensional (o sea, del volumen de la empresa: una empresa con cincuenta empleados es diferente de una que tiene cincuenta mil) Solo las industrias de dimensiones extraordinarias o de importancia vital deben ser nacionalizadas, mientras que la pequeña empresa puede, muy bien, ser privada. Dentro de estos límites y con estas condiciones, Thiriart ve un factor positivo, incluso en algunos aspectos de la economía de mercado: la libre empresa es competición, por ejemplo, generan una selección y la asunción de responsabilidades. No son pues, un mal en sí mismas. “La función comunitaria consiste en controlar que la máxima productividad esté garantizada con una justicia social vigilante” Es solo en el seno de dicho socialismo comunitarista, donde podrá tener lugar la auténtica liberación del trabajador. Los proletarios serán transformados en trabajadores y los trabajadores en productores: “la supresión del proletariado se realizará a través de la liberación de los trabajadores […] Nosotros devolveremos a los trabajadores sus responsabilidades y su dignidad. Suprimiremos las clases sociales, dando el puesto de honor al trabajo del hombre, único criterio de valor. Nuestra jerarquía estará basada esencialmente en el trabajo. Queremos una comunidad dinámica por medio de la colaboración en el trabajo de todos los ciudadanos” Al mismo tiempo, serán combatidos los vagos y los explotadores, haciendo del trabajo una obligación, para así: sacar a los parásitos de sus madrigueras.
Contra la falsa Europa.
Ésta y solo ésta, es la verdadera Europa. Thiriart lo sabía: peor que los enemigos de Europa, solo son sus falsos amigos. “La evidencia de Europa es tal que sus propios ocupantes son constreñidos a usar un lenguaje europeo. Existen multitud de organismos, de comités y de círculos “europeos”. Europa está de moda y sirve para el despegue de muchos aficionados e intelectuales. De esta Europa de las charlas, de esta Europa de los banquetes, nunca saldrá una Europa de sangre y de espíritu. Ésta se hará cuando la fe en la Europa nación haya penetrado en las masas y haya entusiasmado a la juventud, esto es, cuando haya una mística europea, un patriotismo europeo. La verdadera Europa no vendrá realizada por juristas o comisionados; será obra de combatientes que tengan la fe de los revolucionarios” Él, ya lo había comprendido todo.