Islamización, inmigración, identidad. Por Enrique Ravello.
Los años 50 del siglo pasado serán señalados por los futuros historiadores como el momento en que Europa comenzó a recibir ingentes masas de población procedentes del Tercer Mundo.
En un primer momento esas masas llegan como consecuencia del proceso de descolonización; en un segundo momento como mano de obra de un capitalismo en plena fase de expansión; en un tercer momento, para establecerse definitivamente aquí. El final de este proceso aún no está escrito, sólo hay dos posibilidades: que se produzca una inmersión en la composición antropológica en Europa de tal modo que en pocas generaciones los descendientes de aquellos inmigrantes sean mayoritarios y por lo tanto lleguemos al fin de la civilización europea; o que los europeos podamos detener y reviertan los flujos migratorios y los inmigrantes –lleven aquí una, dos o tres generaciones – vuelvan a sus lugares de origen. No hay opciones intermedias.
Como todo proceso histórico sus causas son complejas, y sus características multifacéticas, pero es necesario responder a dos preguntas principales si queremos saber a qué enfrentarnos y cómo oponernos. ¿Quiénes son los culpables principales?, ¿Cuál es la naturaleza última del proceso?
Los culpables: la clase política europea. Nada de todo esto hubiera sido posible sin la actuación de la decadente clase política europea, que en un acto continuado de traición ha abierto las puertas, ha alentado, potenciado, justificado y premiado la llegada de millones de extraeuropeos. Y en España esa clase política culpable tiene un nombre propio concreto que conviene no olvidar José María Aznar, y en Cataluña Jordi Pujol. Ahora sus respectivos partidos políticos, el PP y CiU pretenden presentarse como los únicos capaces de solucionar el caos de la inmigración, ¡el caos que ellos mismo han provocado! Se acercan las citas electorales y ya se sabe, unos pierden la memoria y otros pierden la vergüenza.
La islamización como síntoma.
Mezquitas, velos, madrasas, el Islam ha cambiado el panorama de las ciudades europeas. Este cambio no se ha debido a las conversiones masivas de europeos a la fe de Alá. La “islamización” de Europa es sólo el síntoma de la cuestión esencial: la llegada de millones de inmigrantes afro-asiáticos a nuestro continente. Por lo tanto no es un problema en sí sino el síntoma de uno mayor: la sustitución antropológica de la población europea por nuevas masas alógenas llegadas de fuera.
Como tal síntoma su solución pasa sólo por la solución del problema del que es manifestación puntual. Así pues nada de “integración o asimilación” para adaptar a los inmigrantes musulmanes. Expulsión y reversión del ciclo migratorio hacia sus países de origen para que Europa conserve su esencia biocultural.
No olvidemos la naturaleza última de la invasión que está sufriendo Europa, si queremos enfrentarnos con alguna opción de victoria. Y la naturaleza última es de orden étnico y antropológico.