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jueves, 4 de noviembre de 2010

SOBRE EL PROGRAMA DE PLATAFORMA PER CATALUNYA. Por Eduardo Arroyo





Sobre el programa de Plataforma per Catalunya. Por Eduardo Arroyo

¿Qué es lo que está pasando de mayor relevancia en la política nacional? Mucha gente dirá que la última remodelación del Gobierno.

Algunos de ellos dirán que es, más bien, la crisis económica. Para otros será la pérdida de prestigio de España y, en cambio, los más pesimistas dirán que es la posibilidad terrible de que Zapatero, uno de los dirigentes más inútiles e incapaces de toda la historia de España, consiga ganar tiempo –de ahí su "remodelación"-, y que nuestro país salga, o medio salga, de la crisis para que él pueda alargar su mandato otros cuatro años. Los lectores podrán añadir otros tantos ejemplos de cosas teóricamente importantes.

Pero un observador imparcial, desprejuiciado, podría opinar de manera muy distinta. De hecho, los lectores habituales de esta columna han leído ya un montón de veces que el torbellino político de dimes y diretes, de declaraciones, cambios, denuncias, tertulias y contratertulias, se perpetúa para que todo siga absolutamente igual. Y ya dijimos que cuando, cambie lo que cambie, todo sigue igual, el problema no está en la discrepancia de las fuerzas políticas, sino en aquello en lo que todos están de acuerdo, de modo que las diferencias reales están más bien en la radicalidad con la que se defiende un mismo principio. Por ejemplo, todos los partidos políticos defienden que España debe soportar una inmigración masiva y así mismo todos defienden el cosmopolitismo e internacionalismo que el capital global necesita, por encima de pueblos, culturas y comunidades naturales de todo tipo. Desde el ala más fanáticamente ultraliberal del PP hasta la Esquerra Republicana, pasando por los socialistas de todo pelaje, los comunistas, los liberales light o nacional-liberales, los demócrata-cristianos o liberal-cristianos y todas las combinaciones que el lector pueda imaginar, el caso es que utilizando unos u otros argumentos, siempre se acaban formulando distintas maneras de tolerar fenómenos que conducen a la pérdida de identidad del pueblo español, disuelta en el Haarlem multiétnico, a la omnipotencia del mercado, que al parecer equivale sin discusión a "la libertad", y al positivismo jurídico estricto, donde algo es bueno porque es legal, aunque sea suicida.

Así las cosas, ya está disponible el programa electoral con el que la Plataforma por Cataluña concurrirá a las elecciones catalanas del próximo 28 de noviembre. Esto es, en mi opinión, lo más importante que está ocurriendo en la política nacional ahora mismo. ¿Por qué? Pues, en primer lugar, por su contenido. El programa, en catalán y en español, contiene elementos que son inasimilables para el marco globalizador en el que nos movemos. La defensa de los pueblos frente a la inmigración, la responsabilidad de todo el espectro políticos en los problemas económicos, sociales e históricos que sacuden a nuestra nación o la crítica al modelo económico aceptado por ese mismo espectro, por encima de los dogmas impuestos desde concepciones liberales, nada de eso sería demasiado importante si no fuera por que Plataforma por Cataluña tiene posibilidades reales de hacer sonar su voz en el Parlamento catalán.

¿Qué quiere decir esto? Pues que por primera vez en la historia de la democracia española se escuchará un mensaje verdaderamente distinto. Por vez primera un conjunto de españoles podrá decir si quieren ir o no en la dirección que marca la plutocracia que conduce la historia de nuestro tiempo. No es cuestión de si el partido o sus dirigentes siguen o no esta línea exacta. Tampoco si se ha producido tal o cual escisión, disputa, o de si el programa cuenta con estos o aquellos errores o inexactitudes. Todo esto puede ser cierto y yo, personalmente ignoro los entresijos de su política interna, mientras contemplo vaguedades e inexactitudes en su programa. Pero en todo caso no me cabe duda de que es aire fresco en la buena dirección.

Así, en primer lugar, se incide expresamente en la relación que existe entre el discurso pro-integración de inmigrantes y los intereses del capital global. La inmigración solo interesa a las elites económicas y, especialmente financieras.

En segundo lugar se apela, no a la reforma de tal o cual medida económica, sino a un "nuevo modelo económico" en el que el Estado no abdica de su papel director ni de su responsabilidad para con el pueblo al que sirve y que, en plena armonía con la iniciativa privada, apuesta por facilitar la financiación, como modo de regar el tejido productor catalán, hoy asfixiado por la falta de crédito. Denuncia asimismo la competencia desleal de países como, por ejemplo, China, que explota mano de obra esclava ante los ojos impertérritos de nuestros moralistas y democráticos occidentales.

En tercer lugar, se indica que existe una clara divergencia de intereses entre los pueblos, por un lado, y los dirigentes políticos de todo pelaje –desde los liberales hasta los batasunos-, que aceptan tácitamente un sistema de valores de los que vive y se beneficia el marco general de la globalización. Cosas como la defensa abierta de una política natalista y de defensa efectiva –no retórica, como la del PP y del PSOE- de las familias numerosas o el planteamiento de la adopción como alternativa al aborto, jamás han sido esgrimidas, y mucho menos puestas en práctica, por los partidos al uso. Al contrario, éstos se han apresurado a estimular el número de abortos hasta cifras aterradoras, han puesto todas las trabas posibles a la adopción –salvo a la internacional, claro- y han engañado sistemáticamente a las familias por medio de reuniones, medias etéreas y otras estrategias.

La Plataforma ha denunciado asimismo la panoplia del "soberanismo" que oculta en Cataluña, no solo una falsificación de la Historia, sino la connivencia de los políticos catalanes con las decisiones que benefician a los hiper-ricos.

Frente a estos planteamientos, poco pueden hacer medidas y estrategias electoralistas basadas fundamentalmente en el cinismo. Así, en Cataluña, solo la cara dura de Alicia Sánchez Camacho, capaz de transigir como secretaria de Estado con varias "regularizaciones" masivas de inmigrantes, que legalizaron a miles de personas que estaban aquí violando nuestras leyes, puede hacer creer que su partido ve los problemas que sufrimos todos los españoles de a pié y no la clase política.

Por todo ello el programa de la Plataforma por Cataluña y, especialmente sus expectativas, significan el esbozo de una apuesta totalmente indigerible por el populismo liberal, que ha suplantado al pensamiento conservador español y lo ha conducido a beber de las aguas de una globalización vestida con oropeles tradicionales y, a menudo, religiosos. Frente a las pseudomedidas de aquellos, esgrimidas como estrategia para neutralizar las fuerzas sanas del pueblo, parece que por fin en España se escucha una voz distinta. Por todo ello, nada de lo que está pasando en el escenario nacional es diferente a "más de lo mismo": desde Rubalcaba y su maquiavelismo pérfido hasta la indignación meliflua de Rajoy o de Durán i Lleida. Insisto en que el programa que comentamos no es ni una panacea ni una receta salvadora garantizada.

Pero contiene elementos que, lejos de ser un llamamiento a la "xenofobia", enarbolan una bandera que puede ser reclamada por los defensores los pueblos del todo el mundo, frente a los que solo buscan el interés de los reyes globales del dinero.

Fuente: Semanal Digital

para ver el ver programa: http://www.pxcatalunya.com/webnormal/